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Ante un segundo semestre que aún se hace esperar

29 junio de 2016

por Martín Kalos (Director de EPyCA Consultores)

Ahora sí: comienza el segundo semestre al cual apostaba el Gobierno. Pero la realidad todavía es muy distinta a la que se propugnaba mientras se aplicaba el antipático sinceramiento.

La inflación recién está tocando su techo en torno al 44% interanual en junio, y ya el mismo Ministro de Hacienda pospone su objetivo de 25% a un marzo de 2017 que sigue pareciendo optimista. Es cierto: se hizo el “trabajo sucio”, eufemismo que no logra esconder la baja en el poder de compra de los salarios. En las paritarias, quienes mejor paradas quedaron fueron UTEDyC (40% en tres cuotas), aceiteros (38% de una sola vez) y camioneros (37% a cuatro cuotas), pero incluso sus trabajadores verán reducido su salario real este año. Otros gremios incorporaron cláusulas gatillo para renegociar, todas las cuales se dispararían con los niveles actuales de suba de precios. Por ahora, la red de contención social generada en la última década a partir de las transferencias de ingresos a los sectores más vulnerables (destacadamente, AUH y moratorias previsionales) contribuye a moderar el impacto de la reducción salarial.

Sin embargo, ni esta reducción en sus costos laborales reales está ayudando a que las empresas retomen actividad: todas las industrias caen, excepto químicos y plásticos y alimentos y bebidas. En particular las pymes sufren el efecto del aumento de costos también por el aumento de tarifas de servicios públicos y de energía y combustibles. Más en general, no prevén una recuperación inmediata de la demanda interna y tampoco logran competir en el exterior (donde también las economías de nuestros principales socios comerciales se resienten).

La devaluación del tipo de cambio (del 68% en el último año, superior a la inflación y la suba de salarios) no compensa aún la apreciación real de años pasados. Desde junio de 2009 el tipo de cambio se elevó en 3 veces, mientras que los precios crecieron 5,2 veces, y el aumento en la productividad no alcanza para salvar esa diferencia. Pero una mayor devaluación implicaría también fogonear la inflación, con amplios sectores que en los últimos años no realizaron suficientes inversiones en aumentar su capacidad productiva.

Las únicas exportaciones que aumentan son las de productos primarios y MOA, impulsados por mejores precios internacionales que ahora podrían revertirse con la mayor demanda de dólares generada por el Brexit. Mientras, caen las ventas al extranjero de las MOI (que el año pasado representaban el 33% del total y este año bajaron al 27%) y combustibles y energía (uno de los sectores estrella para el actual Gobierno). Hoy el contexto internacional no es el ideal para intentar crecer en base a inversiones extranjeras y exportaciones.

El saldo comercial mejora por la merma en las importaciones, pero también aquí hay señales de alarma: después de combustibles y lubricantes, la segunda mayor caída se produce en bienes intermedios, síntoma de recesión. Para peor, aumentaron las compras al extranjero de vehículos (mientras la producción nacional cae 12% interanual) y de bienes de consumo, que compiten directamente con productos fabricados en territorio argentino.

La aprobación gubernamental sin criterio de numerosos pedidos a fines de 2015 llevó a una inundación de productos importados, que se suman a un nivel de producción nacional realizado por una industria doméstica que preveía seguir siendo protegida como proveedora del mercado interno. La demanda tampoco podía crecer, en un contexto de consumo y gasto público alicaídos, y así nos encontramos hoy con sobreoferta en varios sectores.

Pero el Gobierno ha comenzado a aprender de algunos de esos primeros errores no forzados, por ejemplo, retomando algunas medidas proteccionistas para los sectores con los cuales se ha sentado a negociar. Un caso concreto: la flamante restricción (vía Licencias No Automáticas) a la importación de las heladeras chicas y medianas para hogares, que sí se producen en Argentina. El segundo semestre, sin embargo, se presenta sombrío para las industrias, que deberán reinventar sus campañas de promoción de ventas mientras esperan que la política económica cumpla en impulsar el despegue de un nuevo ciclo de crecimiento económico.

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