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Una travesía guiada a los orígenes de la innovación

Los requisitos para que la innovación tecnológica siga avanzando están vivitos y coleando, y nada hace prever que se detendrá.

03 mayo de 2016

Por Osvaldo Retondaro (*)

Hace tiempo que la palabra innovación se ha puesto de moda. Esta tendencia no sólo afecta a los empresarios que deben lanzar continuamente nuevos productos al mercado. Los maestros deben despertar el lado creativo de los niños y hasta debemos sorprender organizando exóticas cenas étnicas o maridando lo nunca visto. Estamos inmersos en una dinámica en la que, incluso, mutan las formas de cambiar.

¿Es una moda?

Para tratar de comprender los orígenes de esta supuesta moda, la primera pregunta a realizar es cuáles son los motivos que han impulsado un uso tan amplio del concepto innovación. La respuesta rápida y parcial a este interrogante sería: “La necesidad de supervivencia de las empresas”.

En décadas recientes, las políticas de desarrollo exodirigidas junto con la deslocalización industrial, originaron una transformación en algunos países de bajos salarios que, de exportadores netos de materias primas, pasaron a vender proporciones cada vez mayores de bienes manufacturados.

Las firmas radicadas, exclusivamente en economías desarrolladas, debieron dar respuesta urgente a este nuevo desafío. Para subsistir, utilizaron diferentes estrategias: desde la reducción de costos, por innovaciones en los procesos productivos, hasta por vía de la diferenciación generando continuamente nuevos productos y servicios.

En la actualidad una de las causas que impulsó la innovación se está agotando, al incrementarse los costos laborales, en los que alguna vez fueron los NIC´s y otras economías asimilables. Ante este escenario es posible preguntarse si se dejará de hablar de innovación, y la respuesta es negativa, pues los procesos de cambio, muy lejos de ralentizarse, están creciendo cada vez más rápidamente.Distintas evidencias corroboran esta afirmación. En las últimas dos décadas la solicitud anual de nuevas patentes se triplicó, según datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Los científicos que investigan aumentan en forma considerable su producción: en base a estadísticas del Banco Mundial se estima que, como resultado de su actividad, se publican más de 6.300 artículos cada veinticuatro horas. Además, junto a esta explosión de conocimiento codificado, se encuentra la cantera de conocimiento tácito que las organizaciones están extrayendo de empleados, proveedores y clientes.

Por tanto, para entender la dinámica de la innovación lo mejor es ir a sus orígenes.

Viajemos?

Hace miles de años una innovación tecnológica nos hizo humanos y dentro de pocas décadas otras nos harán poshumanos, cerrando el ciclo y dando apertura a uno nuevo. ¿Cómo se denominarán? Homo maquinens u homo cableadus, ya se verá?.la pregunta ahora es otra. Lo que se pretende contestar es a partir de cuándo se dinamizaron los procesos de creatividad e innovación en la humanidad.

Una de las primeras innovaciones que surgieron en el mundo ha sido el uso del fuego. Cocinar nos convirtió en omnívoros, incorporando una mayor ingesta de proteínas animales y produciendo un efecto de predigestión en los alimentos ingeridos. La reducción del tiempo dedicado a la digestión y, en especial, la mayor cantidad de energía disponible en el organismo facilitó el desarrollo de nuestra masa cerebral, que pasó de 450 cm3 a los 1.300 cm3 actuales. Tener una mayor masa cerebral permitió la evolución de una comunicación más elaborada y la generación de un sistema de lenguaje.

Otros científicos explican el origen del consumo de proteínas animales por el uso de piedras afiladas para machacar la carne antes de su ingestión. Ya fuera el fuego o las piedras, ambas son innovaciones, y este fue sólo el inicio, luego se inventó desde la escritura hasta el dinero, desde las religiones hasta la democracia, desde la música hasta las guerras y desde la penicilina hasta las drogas sintéticas. Es interesante observar que en muchos casos desconocemos quién ha sido originalmente su inventor porque surgen como resultado de procesos de evolución social.

¿Siempre tuvo la misma dinámica?

Si bien el cambio estuvo presente durante miles de años, su desarrollo no ha sido lineal. Se observa que recién en los últimos 250 años adquirió una velocidad crucero. Entonces, lo interesante es ver las razones de este despegue. Para guiarnos hacia la respuesta, veamos la opinión de tres autores:

Benoît Godin, en su libro sobre el desarrollo del término innovación, destaca que este concepto empezó a tener un sentido socialmente positivo a partir de la época de la Revolución Francesa. Antes era poco utilizado y, aunque esto resulte extraño en la actualidad, el cambio implícito en su significado tenía connotaciones negativas para la sociedad.

W. Tatarkiewicz, en su texto “La Historia de seis ideas”, destaca que al comienzo del Siglo XIX el término creatividad dejó de usarse como “crear de la nada” o sea “creación divina”. Es cuando pasó a significar “crear algo nuevo”, relacionándolo con la creatividad de los artistas, en especial los poetas. La creación descendió de los cielos y se humanizó.

Javier Gomá, en su libro “Imitación y experiencia”, analiza la evolución del término imitación. Observa que a principios del Siglo XIX este vocablo empezó a perder la importancia que había tenido desde la época de la Grecia clásica, en los ámbitos filosófico, artístico y técnico.

¿Qué sucesos ocurrieron en torno a esas fechas para explicar las modificaciones observadas? La respuesta más adecuada es que el origen se encuentra en la Revolución Industrial, iniciadora de cambios radicales. Según los estudios de Angus Maddison, la tasa de crecimiento del PIB per capita fue en promedio del 0,05% anual durante siglos. A inicios del Siglo XIX comenzó a aumentar, y hoy es 30 veces superior. Sí, leyó bien, 30, o sea un promedio del 1,5% anual. Estos cambios se reflejan en la vida social, entre otros, por la disminución del analfabetismo o por el incremento de la expectativa de vida que se ha triplicado en los últimos 200 años.

El origen de la Revolución Industrial y, por tanto, de esta era de cambio fue resultado de (al menos) tres movimientos entrelazados: la Revolución Científica, en la que Galileo, Bacon y Newton pusieron en marcha la “máquina de descubrir”; la revolución política en la Inglaterra de 1688, que limitó el poder del Monarca y otorgó más derechos a los ciudadanos, con influencia sobre la Constitución de EE.UU. y los pensadores de la Revolución Francesa y, finalmente, las escuelas intelectuales, desde la Ilustración con su apoyo a la tolerancia religiosa y su defensa de la razón pública, hasta el Romanticismo con su impulso al genio creador.

El valor otorgado al conocimiento científico, la disminución del poder político y religioso, junto a las nuevas ideas de libertad y racionalidad propias del Siglo XVIII abrieron las puertas a la Revolución Industrial. Etapa desde la cual las innovaciones pasaron a ser vistas en forma positiva.

Este proceso surgido hace casi 250 años se ha ido acelerando cada vez más y lleva a preguntarse cómo evolucionará.

¿Qué debemos esperar?

La respuesta es que, más allá de las modas, la innovación seguirá creciendo a ritmo creciente. Veamos tres razones:

Primero, por ser fundamental para hallar la solución a problemas que van desde el hambre en el mundo hasta la destrucción del medio ambiente.

 Las condiciones que promueven el desarrollo de las innovaciones: mayores grados de libertad social, incremento de los conocimientos, elevación de los niveles educativos, mayor información y crecientes grados de comunicación, cantidad de investigadores trabajando y políticas públicas de I+D evidencian una tendencia global positiva, aún con la persistencia de graves limitaciones.

Al principio, la creatividad y la innovación estaban reservadas a los geniales artistas, científicos o empresarios schumpeterianos que lo hacían en soledad. Hace unas décadas han sido las organizaciones, quienes se incorporaron paulatinamente a la rutina de la innovación. En la actualidad cada uno de nosotros tiene los medios para dar a conocer nuestras propuestas innovadoras. Tenemos la capacidad, los medios técnicos y el grado de libertad social y político que permiten expresar la potencialidad creativa de cada individuo.

Aunque hay científicos que consideran que la capacidad de absorción de nuestros cerebros para la novedad estaría próxima a encontrar un límite, los tecnófilos dicen que nos implantaremos dispositivos para superarlo. Al margen de las modas, parece que nada detendría el cambio.

(*) Director de Retondaro, Costa y Asociados.

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