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“La clave es que los capitales vayan a inversión productiva”

Entrevista a Mariano Sánchez, Socio de Advisory en KPMG Argentina.

29 abril de 2016

“La lógica es que las inversiones se orienten allí donde Argentina puede ser realmente competitiva a largo plazo”, dice Sánchez. En diálogo con El Economista, plantea el escenario que se abre para el país tras la salida del default, sus posibles impactos y cuáles serán los canales y los sectores más potenciados por el mayor ingreso de capitales.

¿Qué panorama se abre para la economía tras la salida del default?

El punto de inflexión es la apertura del país a los mercados internacionales de crédito o, en una forma más amplia, a los mercados de capitales. La clave es cómo esto puede traccionar inversión extranjera hacia el país, en qué cantidad, en qué tiempo y a través de qué canales.¿Cuáles son esos canales y cómo se generan?

Argentina ha sido siempre, y seguirá siéndolo, un mercado receptivo a los capitales en su ciclo positivo. Los canales potenciales son el mercado de deuda, el de capitales, el de fusiones y adquisiciones y el de inversión en infraestructura mediante de los organismos multilaterales o bancos de desarrollo de otros países. También hay una serie de medidas tomadas por este Gobierno, como la unificación cambiaria, el fortalecimiento de las reservas, la liberación gradual de los flujos comerciales o la libertad para girar dividendos, que ayudan a que los capitales fluyan más activamente por estos canales. Quedan asignaturas pendientes como el déficit fiscal y bajar la inflación.

¿Cómo imagina el ingreso de capitales en eso canales que mencionó?

Si comparamos el nivel de deuda privada sobre el PIB que tiene el país en relación con los demás de la región observamos que el promedio regional es 48-49% y nosotros estamos en 18%. Eso te da un espacio de 20-30 del PIB para alcanzar el promedio regional. Es decir, estamos hablando de US$ 100.000-150.000 millones que nuestro sector privado podría absorber de deuda incremental. Nuestros balances están sanos y eso es una oportunidad. La clave, ahora, es apalancar inversiones productivas de largo plazo. Todos los proyectos de inversión se financian con capital y también con deuda. La capacidad de invertir de las compañías tiene una vinculación directa con su capacidad de endeudarse. Es positivo que la tasa esté bajando, aunque aún sigue siendo cara.

¿Cómo se evita que los capitales no redunden simplemente en “valorización financiera” y “derrame” en la economía real?

No hay una sola respuesta, pero el dilema está entre priorizar inversores financieros de corto plazo, que te compran activos y después vuelan cuando ven una diferencia de 2 puntitos en otro mercado. Esos te generan volatilidad y riesgo. Por otro lado, están los de largo plazo, que invierten principalmente en activos e industrias reguladas, como las utilities, y son de largo plazo. Cuando hablamos de los grandes fondos globales tenes oportunistas y otros, generalmente asociados con los fondos de pensión, que son más de largo plazo. Son los que financian en el mundo los grandes proyectos. A esos deberíamos apuntar.

Y los otros canales?

Un canal alternativo, como decía, es el de fusiones y adquisiciones. La lógica general del que invierte allí es potenciar un negocio existente, ampliarlo, valorizarlo y vendérselo a un jugador más grande que no está dispuesto a hacer ese trabajo. En Argentina, por haber estado fuera del mercado tanto tiempo, tenemos un déficit de inversión productiva y el mercado de fusiones y adquisiciones es atractivo. Una compañía internacional puede comprar un activo argentino, aportar capital y lograr que la compañía logre tomar deuda para generar empleo y crecimiento. Después está el mercado de capitales, que es muy chico en relación al PIB. Pueden haber nuevas emisiones y es fundamental que el marco regulatorio del mercado de capitales locales sea competitivo con respecto a los de la región. Es una fuente de capital adicional para las compañías para hacer inversiones productivas. Resumiendo, hay que generar los incentivos para que los flujos de capitales que lleguen al país se orienten a la inversión productiva.

¿Cómo influye el hecho de que seamos un país caro en dólares, es decir, que cuesta mucho producir acá?

Es la eterna discusión sobre cuánto afecta a la competitividad el tipo de cambio. La verdad es que cuando uno aborda el tema debe tomar esa variable como una más. Tiene que ver con muchas cosas más y el tipo de cambio es coyuntural: hoy quizás somos caros en dólares, pero tres meses atrás quizás no tanto. Debemos encarar la competitividad con medidas de fondo. Hay que enfocarse en infraestructura para mejorar los costos logísticos y permitan que la producción de las economías regionales puedan agregar más valor en origen y ser competitivos a nivel global. Hay que enfocarse también en la educación y en generar talentos competitivos. Hay que prestarle atención al marco fiscal también. La carga es enorme, y es un elemento que los inversores toman en cuenta a la hora de invertir. Es un proceso que quizás lleve décadas. El costo logístico del productor de frutas de Neuquén no va a bajar de un día para el otro. Bajará cuando el tren sea eficiente, llegue cerca de donde se levanta la producción y cuando al productor le convenga hacer una mermelada en el mismo campo y mandar el fresco hacia Europa. Son ciclos largos y tenemos que tener paciencia. Los inversores miran eso, y no sólo el tipo de cambio.

¿Cuáles serán los sectores más activos en la recepción de inversión extranjera?

La lógica es que las inversiones se orienten hacia donde Argentina puede ser realmente competitiva a largo plazo. Allí mencionó al sector energético, por las reservas que tenemos en recursos no convencionales y renovables; la minería y todo el completo alimenticio y agroindustrial y toda su cadena de valor. Estamos hoy en un nivel básico de desarrollo y tenemos escala y potencial para aspirar a ser un jugador más importante a escala global. En el corto plazo, también entran a tallar las prioridades y los incentivos que ponga el Gobierno sobre la mesa. Y allí se destaca nuevamente la energía y aparece la infraestructura. El primero por razones obvias: necesitamos energía casi con desesperación y tenemos muchas reservas y es casi un pecado no explotarlas. El segundo, porque tenemos que hacer un catch-up muy fuerte y renovar muchas de las infraestructuras logísticas que tenemos. Además, porque son fáciles de financiar y ya hay fondos de organismos multilaterales dispuestos para esos fines. El Gobierno podría empezar a mover plata grande allí.

¿Eso es compatible con el proceso de saneamiento de las cuentas públicas que ha encarado el Gobierno?

Los grandes proyectos de infraestructura se financian, en gran medida, con deuda. La clave es generar mejores condiciones de operación para el sector privado y que eso redunde en mayor actividad, mayores ingresos y, a la larga, en menos déficit fiscal. Es un ciclo largo y es compatible con la intención de reducir el déficit.

¿Cuánto más bajará las tasas de interés soberanas?

Como cualquier economía familiar, si te financiás a largo plazo para pagar obligaciones de corto plazo la tasa va a ser cara. Si hipotecás la casa para pagar las expensas o no te van a dar el préstamos o te lo van a dar muy caro, y lo mismo vale para un país. Las tasas van a tender a bajar en la medida en que se normalicen las cuestiones macroeconómicas que aún no lo han hecho. Si lograr estabilizar la economía, eso va a ayudar a que mejore nuestra calificación crediticia y caigan las tasas. Allí el sector privado se financia más barato y las tasas de retorno de la inversión son más atractivas porque te endeudás más barato y se elevan los retornos. Ahora el riesgo país está en la zona de los 400 puntos, como Brasil, aunque no es un lindo benchmark por estos días. México y Perú están en los 200 puntos, Uruguay en los 250 y Colombia, más cerca de los 300. Todos son investement grade. Todavía somos un mercado de frontera. Faltan algunos meses, pero todo indica que las tasas irán cayendo.

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