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¿Cómo combatir el crimen?

Aportes desde la economía

01 marzo de 2016

(Columna de Agustín Indaco)

Sin importar nuestra formación y estudios, todos tenemos una opinión acerca de cómo combatir el crimen. En general, estas opiniones se dividen en dos enfoques: por un lado, aquellos que se inclinan por acciones punitivas contra los que buscan cometer delitos y, por el otro lado, los que argumentan a favor de políticas sociales y programas de prevención para mejorar las oportunidades económicas de las personas en riesgo y así disuadirlos de que busquen delinquir.

Aunque parezca un tema bastante alejado de lo que comúnmente se entiende como economía, existe una rama dentro de las ciencias económicas que se dedica a estudiar el crimen. Esta rama fue creada por el premio Nobel Gary Becker, el que formuló un modelo teórico en el que, quizás contraintuitivamente, supone que los criminales actúan de manera racional.

Según Becker, el delincuente mide los costos y los beneficios del acto que está por cometer y decide delinquir si los beneficios esperados (en concreto, el valor monetario de lo que busca robar) es mayor al costo esperado (por ejemplo, la probabilidad de que lo detengan multiplicado por la pena efectiva). Por lo que, si mantenemos fijo el valor monetario del robo, este modelo predice que podemos reducir el crimen, ya sea incrementando la probabilidad y las consecuencias de ser detenido, o bien aumentando el costo de oportunidad de ser detenido. Es decir que la teoría indica que el crimen se puede disuadir tanto con acción policial como con políticas inclusivas parece indicar la evidencia empírica.

Un grupo de economistas de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Pennsylvania hizo un experimento para evaluar el efecto del empleo sobre la incursión en actividad criminal en los jóvenes. El experimento consistió en asignar a jóvenes de entre catorce y veintiun años provenientes de escuelas públicas de los barrios más carecientes y violentos de Chicago para realizar pasantías de verano, y estudiar el efecto sobre las tasas de arrestos y delitos de los chicos. Los resultados mostraron que, en comparación con el grupo de control al que no se le asignó ningún trabajo, los jóvenes que trabajaron durante el verano cometieron 43% menos delitos violentos.

Lo que resulta llamativo (y alentador) es que estos efectos resultaron ser más importantes entre 3 y 7 meses después de que las pasantías de verano culminaron. Esto rechazaría la hipótesis de que la reducción del crimen resulta de que, al tener un empleo, los chicos tienen menos tiempo para incurrir en actividades ilegales. Por el contrario, este estudio parece indicar que lo que llevó a los chicos a dejar de delinquir es que, al tener oportunidades laborales en el mercado formal, aumentó el costo de oportunidad de los jóvenes de ser detenidos.

Desde el enfoque de las acciones punitivas, la política más simple sería la de aumentar la presencia policial. En un trabajo muy interesante, Rafael Di Tella y Ernesto Schargrodsky estudiaron el efecto causal del incremento del número de efectivos policiales en Buenos Aires sobre la cantidad de autos robados. Lo que encontraron es que la presencia policial disminuye la probabilidad de robo en 75%. Sin embargo, el efecto es muy limitado geográficamente: sólo aplica a la cuadra donde se encuentra el policía y siquiera se ve una disminución en los robos a una o dos cuadras de donde estaban apostados los efectivos. Dado lo acotado que es el efecto policial, parecería difícil lograr una fuerte reducción en la inseguridad a nivel nacional simplemente aumentando la presencia policial en las calles.

Sin embargo, con la incorporación de ciertas tecnologías se puede estudiar cuáles son las zonas con mayor probabilidad de ocurrencia de delitos, y enfocar las patrullas en dichas zonas. Por ejemplo, un reciente estudio del BID encontró que el 50% de los delitos en Montevideo se concentra en tan solo el 5,3% de las cuadras. Este tipo de patrullas enfocadas (monitoreadas vía GPS) está cambiando la manera en que la Policía actúa y mejorando la eficiencia de la presencia policial.

Por ende, parecería que la manera más eficiente de disminuir la inseguridad consiste en implementar medidas que promueven el desarrollo social, creando oportunidades de empleo para la población en riesgo y, además, adoptando una presencia policial más inteligente, mediante el uso de datos y tecnología para enfocar su presencia en los lugares más necesitados. Estudiar el crimen empírica y teóricamente nos ayuda a elaborar un debate más pragmático que ideológico sobre la forma más eficiente de controlar el crimen. Pero además pone en evidencia que las políticas que se enfocan en el uso de la fuerza policial y las de desarrollo social, que muchas veces se esgrimen como alternativas irreconciliables, pueden ser complementarias.

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