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Bajan las exportaciones y sube la tensión

El BCRA vende cada vez más divisas

09 octubre de 2015

La transición entra en la etapa más difícil y vienen los treinta días más complicados para el “plan de aguante” trazado por el Gobierno desde que se aferró al “Patria o Buitres”. La acumulación de desequilibrios macroeconómicos, en un contexto internacional cada vez más difícil, aumentan la tensión en el mercado cambiario. Decidido a no convalidar ningún salto discreto del tipo de cambio oficial, el BCRA vende cada vez más divisas y sólo puede sostener las reservas internacionales con los swap con China. Pese a estas intervenciones y al récord de venta por dólar ahorro, el blue siguió escalando y la brecha cambiaria volvió a ubicarse por encima del 70%, la más alta de lo que va del año. Sin dudas, el “aguante” ya dio todo lo que podía dar.

Concretamente, en las últimas diez semanas el BCRA vendió casi US$ 4.000 M, siendo la peor performance del mercado cambiario desde el cuarto trimestre de 2013 y enero de 2014 e incluso muestra un comportamiento similar al registrado cuatro años atrás, previo al cepo. Con este resultado, en lo que va del año el BCRA acumuló ventas netas por US$ 1.300 M, muy distinto al resultado obtenido en el mimo período del año pasado cuando compró US$ 5.000 M. Pese al saldo del mercado cambiario, las reservas internacionales apenas cayeron en US$ 700 M, finalizando septiembre con un stock bruto de US$ 33.254 M. La clave fue que el BCRA activó otros US$ 3.000 M de los swap con China, por lo que el stock de estos ya alcanza los US$ 11.000 M (el 100% de lo acordado en agosto del 2014), representando un tercio de las reservas internacionales brutas.

Conviene preguntarse, entonces, por qué si el Gobierno lleva adelante una rigurosa administración de las divisas, aún con el impacto negativo que tiene sobre el nivel de actividad, el mercado cambiario es cada vez más deficitario, incluso mostrando una peor performance que previo a las elecciones de 2011. Nuevamente, tal como lo vengo destacando desde el año pasado, una de las principales explicaciones nos la da el análisis de las exportaciones: se agotó el excedente comercial debido al retroceso de las exportaciones que en los primeros ocho meses del año cayeron 17% interanual mientras que las importaciones bajaron 11% interanual. Así las cosas, de acuerdo al Indec, en agosto el saldo comercial registró un superávit de apenas US$ 51 M (el peor resultado de este mes de los últimos quince años) acumulando un excedente de US$ 1.500 M en 2015, 75% inferior al del mismo período de 2014 (si nos basamos en las estadísticas de la Base de Usuarios, la situación es más grave dado que la misma marca mayor caída de las exportaciones y déficit comercial).

La pobre performance de las exportaciones se explica principalmente por la caída de los precios dado que las cantidades se mantuvieron prácticamente sin cambios. Sin embargo la dinámica no fue homogénea: las de manufacturas industriales bajaron 18% debido a la merma en 15% en las cantidades, las de combustibles ajustaron 57% por la baja conjunta de precios y cantidades (47% y 20%, respectivamente) mientras que las exportaciones del agro en su conjunto cayeron 11% dado que el alza en las cantidades (12%) no alcanzó para compensar la caída en los precios (20%).

Por el lado de las importaciones, la disminución se explica porque se compró 40% menos de combustibles (debido a la caída conjunta de precios y cantidades) mientras que el resto de los componentes tuvo una leve disminución (sólo 3%) contrastando con la dinámica del año pasado cuando se llevaron la mayor parte del ajuste (bajaron 12%).

Así las cosas, aún con el nivel de actividad prácticamente estancado y términos de intercambio que en el margen se mantienen favorables, prevemos que este año el saldo comercial resulte prácticamente nulo, con excedente no superior a los US$ 700 M. Las exportaciones llegarían a US$ 60.500 M (con una pérdida de más de US$ 25.000 M en los últimos 4 años) mientras las importaciones alcanzarían a US$ 59.500 M. Así las cosas, tras dieciséis años la Argentina vuelve a tener déficit comercial. Argentina pierde así la principal fuente de divisas de la última década.

Al empeoramiento del balance comercial se agregan el mayor déficit de US$ 2.000 M previsto en las cuenta de servicios reales, impulsado por el mayor deterioro en la cuenta de viajes y de otros US$ 12.000 M de rentas (intereses y utilidades). Así las cosas, el resultado de la cuenta corriente del balance de pagos arrojaría un déficit de US$ 14.000 M (2,3% del PIB), más del doble al del año pasado y el peor desde 1999.

¿Cómo financiarlo? Para que el desequilibrio de la cuenta corriente no se lleve puestas las reservas internacionales, Argentina debe lograr un superávit similar en la cuenta capital y financiera. Es decir, para evitar que el BCRA pierda activos externos y ello derive en una crisis de balance de pagos, el Gobierno se debe esforzar en financiar no sólo el déficit en la cuenta corriente sino también que también deberá compensar la salida de capitales de residentes y cancelaciones de deuda del sector público (en total, suman egresos netos por US$ 3.000 M). Simplificando cálculos, durante este año las principales fuentes de fondeo son los swaps con el Banco Popular de China, que llegarían a US$ 10.000 M (alcanzando un stock de US$ 13.000 M) y el financiamiento “compulsivo” de la reinversión de utilidades (US$ 7.000 M).

Vemos así que la Argentina que viene deberá necesariamente modificar el rumbo. El déficit comercial llegó para quedarse y las necesidades de financiamiento externos serán crecientes. Apoyado en un programa económico creíble que apunte a reducir el desequilibrio de las cuentas públicas y bajar la inflación, el ajuste en el tipo de cambio oficial es importante para reducir la brecha cambiaria, pero difícilmente puede hacer que el país recupere la competitividad de años atrás. La dinámica se la dará el aporte que pueda hacer el financiamiento externo, dentro de lo cual figura salir del default y plantear un shock de confianza en las instituciones de manera de generar la confianza necesaria para atraer inversiones. De no hacerlo, como es sabido a lo largo de nuestra historia, el nuevo equilibrio llegaría a través de un fuerte ajuste sobre el nivel de actividad.

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