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Un excelente aporte para pensar el país, el mundo y el camino al desarrollo

En “PorVenir”, Levy Yeyati analiza las causas de la volatilidad criolla y plantea los desafíos que el país, para desarrollarse

28 julio de 2015

Los cambios presidenciales suelen ser puntos de inflexión. Nada raro: asume un nuevo Presidenta/a que busca imponer su impronta y desplegar su propio plan de acción. Pero, por estos lares, estos virajes siempre suelen ser mayúsculos y suelen estar, también, precedidos por una crisis. Cimbronazos que suelen estar precedidos por un set de políticas insostenibles que se extendieron (mucho) más allá de lo recomendable. Roma no se construyó en un día ni las crisis se incuban de la noche a la mañana. Son desenlaces evitables. Sin embargo, hartorrecurrentes en Argentina. ¿Por qué no podemos crecer sostenidamente y vamos de crisis en crisis?

Aquí, la volatilidad parece ser la regla del juego y estamos enfrascados en un eterno loop siempre guiado por un nuevo “ismo”. Nada dura ni nada valioso llega o perdura. “La Argentina es inconstante tanto en su economía como en sus expectativas y consensos. Pasamos de la recesión del siglo a las tasas chinas, transitamos del fatalismo de las crisis al triunfalismo de las recuperaciones”, dice Eduardo Levy Yeyati en su más que recomendable nuevo libro: “PorVenir. Caminos al desarrollo argentino” (Sudamericana, 2015).

Cada cinco o diez años creemos tocar el cielo con las manos, y luego nos damos cuenta que no era así. No hay paciencia para hacerse (como han hecho todos) de abajo y lentamente. ¿Es, como sugiere el autor en base a una idea de Pablo Gerchunoff, nuestro pasado de “grandeza” el que nos condena? ¿Nuestra “riqueza” natural? Lo cierto es que preferimos las recetas mágicas para volver a ser lo que fuimos (o creímos haber sido). ¡Vaca Muerta! ¡Llame ya! No, mejor no. Tenemos una “aversión a lo conocido”, dice el autor y a las buenas prácticas económicas. Somos un laboratorio de políticas. Siquiera nos acordamos cuando, al hacer tal o cual cosa, casi explota el laboratorio por los aires. Amnesia. “Quizás lo más llamativo de este fin de ciclo es que volvemos a ensayar algunas de las cosas con las que hemos fracasado en el pasado”, escribe. Lo dijo Albert Einstein: si hacés lo mismo y esperás otro resultado?

El primer capítulo profundiza magistralmente en las causas de este “fastidioso péndulo” y el autor lanza la primera hipótesis: “¿Será que la estabilidad nos angustia?”. Desarrollarse no es fácil y se pueden contar con los dedos de la mano los países que lo han hecho en las últimas décadas, pero se puede evitar “nuestro destino circular”.

Con un cambio presidencial en ciernes, ¿estaremos encarando hacia un nuevo “ismo” o sentando las bases para el desarrollo sostenible? Sólo el tiempo lo dirá. Pero depende de nosotros. Sobre eso no hay duda. Fuimos, somos y seremos culpables de nuestro destino. “La Argentina no está condenada ni al éxito ni al fracaso. No está condenada a nada. O, mejor dicho, está condenada a nosotros mismos. A su gente, sus líderes y sus votantes”, sigue Levy Yeyati.

Pero el hombre vive de la esperanza. Y el libro también. No es un ensayo fatalista ni un libro de indignación, aclara el autor en el prefacio. El punto de inflexión que supone esta nueva elección presidencial no tiene que ser un nuevo salto hacia otra promesa efímera que nos de pan para hoy y hambre para mañana. Hoy, como las otras veces, tenemos la oportunidad de comenzar la larga marcha hacia el desarrollo, una palabra muy en boga, y bienvenida sea, por estos días. Y a esto se remite, centralmente, el libro. Es decir, ¿qué hay que hacer para desarrollarse hoy, en este mundo y con lo que tenemos? Pase y vea.

El camino y los capítulos

Primero, hay que limpiar la mesa de falsas dicotomías. Una de ellas es industria versus servicios. Mientras algunos hablan de Corea del Sur o China y añoran la trama industrial de nuestro pasado, suelen ignorar la importancia relativa que los servicios (denostados, falsamente, por estar asociados a la precarización, la sobrecalificación y/o a los salarios bajos) están adquiriendo en un mundo cambiante, tema que se analiza en el capítulo dos. Los servicios también importan y hay que apuntar a las finanzas, la biotecnología, la educación, el turismo, la informática y las industrias creativas, entre otros sectores. Innovación, creatividad, ciencia y técnica, emprendedorismo y banco de desarrollo son otros de los temas sobre los que trata el capítulo tres.

Y si hablamos de desarrollo, la cuestión educativa, eje del cuarto capítulo, no puede faltar. “La educación es nuestro mejor mecanismo de defensa ante un mundo que se vuelve competitivo y con tendencia a la inequidad”, razona el autor. Hay mucho para hacer (y decir) al respecto. Allí el autor se sumerge en los resultados de las pruebas PISA, en el flagelo de la repitencia en la secundaria, el enfoque pasivo de las políticas públicas (al que denomina “regar y rezar”) y en los desafíos de la educación terciaria. Son casi 50 páginas que dejan mucho para pensar.

La cuestión de la inversión (capí- tulo 5) ocupa un rol central en todo proceso de desarrollo. Es un sine qua non. El diagnóstico es claro: somos “un país que ahorra poco e invierte poco”. El frenesí consumista de las clases medias, (casi) un mandato para todo Gobierno por estas pampas, es un síntoma de un “país rentista que vive en el presente eludiendo el futuro” y en las cuales las mejoras sociales conseguidas penden de un hilo.

El capítulo 6 está dedicado al “default de las élites” (con críticas incisivas a los políticos y a la política), la “banalización” de la corrupción, los liderazgos políticos y la provisión de bienes públicos. “Sin liderazgo polí- tico, nos perdemos en el encuestismo adaptativo y el populismo cortoplacista, en la convalidación de expectativas infundadas y en la ilusión del rentismo permanente. Sin liderazgo privado, caemos en el juego de suma negativa del sálvese quien pueda, en la prebenda y en el lobby de lo viejo”, dice el autor. “Sin liderazgo no hay cambio. Y la Argentina necesita cambiar”, remata.

Luego llega el turno de las ideologías (capítulo 7), que el autor juzga “inevitables”. Pero, escribe, “llevada al extremo de ser un valor en sí misma, anestesia la razón y nubla las señales de la realidad”. Hay que salir del loop ideológico y concentrarse en los actores y “sus consecuencias prácticas”, dice Levy Yeyati. Hace falta un progresismo consistente y práctico.

El último capítulo que, como todos los demás, cuenta con una editorial del icónico programa radial que el autor conducía en Radio UBA (“Tasas chinas”), se aboca a revisitar los últimos doce años desde un punto de vista estadístico. Tarea, ló- gicamente, compleja por la intervención del Indec circa 2007. “Nuestras estadísticas están en ruinas”, dice. Es una invitación a pensar el futuro en base al pasado o, en rigor, los pasados pues los progresos de la “década ganada” fueron acelerados en un comienzo y casi nulos en su etapa final. ¿Crecimos mucho? ¿Cuánto bajamos la desigualdad y cuánto invertimos? El lector encontrará las respuestas en el capí- tulo 8. “Ahora volvamos al futuro”, remata el autor.

Por último, llegamos al posfacio. Titulado, retomando la idea del comienzo, “condenados a nosotros mismos”. Es, como todo el libro, una invocación a erradicar el determinismo cíclico y a alentar un nuevo desenlace para nuestro país. “Esa oportunidad siempre lejana, siempre inminente, de construir una Argentina mejor”.

En suma, son casi 300 páginas de muchos datos, adrenalina, citas a diversos autores (no todos del mundo económico), estudios empíricos, comparaciones y una oportunidad recomendable para entender qué es esto del desarrollo, “una tarea paciente de aprendizaje, de prueba y error, de cooperación entre el Estado y sus ciudadanos, a lo largo de un tiempo muy largo”. Quizás es lo que se viene por estas pampas. ¿Será?

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