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Sigue el ajuste

Dilma quiere recuperar los equilibrios macro

29 mayo de 2015

La última encuesta Focus, que realiza el Banco Central de Brasil (BCB) todas las semanas, habla por sí sola: el PIB del Gigante Sudamericano caerá 1,24% (la peor performance de los últimos 25 años) y la industria, 2,8%. Si a ello se le suma que el real se va a depreciar fuerte contra el dólar, la economía podría contraerse, medida en dólares, casi 25%, según informó Financial Times. La inflación está al alza, y podría superar el 8% anual (el número más alto desde 2003). En tanto, el desempleo se ubica en 6,4%, el guarismo más alto de los últimos cuatro años. Con estos condimentos, la demanda empieza a trastabillar. Según reporta The Economist, los salarios reales cayeron 3% interanual en marzo y las ventas en los supermercados 2,6% con respecto a febrero de este mismo año. “El desempeño de la economía brasileña es desde hace tiempo decepcionante y este año se espera que empeore aún más. Factores internos (como los desvíos en la gestión macro) y externos (colapso del precio de las commodities y menor entrada de capitales) se han conjugado para conformar un coctel indigesto: abultados déficit comercial y fiscal, inflación tenazmente elevada (8,2%), desempleo récord (6,4%) y retracción del PIB que los economistas encuestados por el Banco Central de Brasil proyectan en 1,24% para 2015”, opina el consultor Federico Muñoz. A esto se le debe sumar la crisis política que atraviesa la Presidenta, que reasumió hace menos de un semestre. Según Data- Folha, 62% de los brasileños desaprueben la gestión de Dilma Rousseff y sólo 13% la aprueben. Hay que retrotraerse a la era de Fernando Collor de Melo para encontrar guarismos similares. También hay que agregarle la crisis que atraviesa Petrobras, empresa que Rousseff capitaneó entre 2003 y 2010, que derrama sobre toda la clase política (y, por supuesto, sobre la economía por su carácter de actor estratégico dentro del entramado productivo) y acerca, cada día más, a la Presidenta al banquillo de los acusados. Una economía en caída, un proceso de ajuste macro a pleno vapor y una Presidente impopular no invitan a una prognosis positiva, al menos en el corto plazo, para el principal socio comercial del país. La caída “En las actuales circunstancias, una caída de 1,24% sería una muy buena noticia”, le dijo el economista Eduardo Crespo, investigador de la Universidad Federal de Río de Janeiro, a El Economista en su última edición. Debe tenerse en cuenta, dijo Crespo, que este año la economía brasileña está recibiendo el shock de una significativa devaluación que se suma a un severo ajuste fiscal. “El Gobierno ya dispuso un fuerte tarifazo de los servicios públicos y el Banco Central de Brasil sigue aumentando la tasa básica de interés. Los bancos estatales como la Caixa Econômica Federal y el BNDES, que otorgan créditos para la vivienda y la inversión, reducirán sus volúmenes de préstamos y restringirán sus condiciones de financiamiento, al tiempo que la mayoría de los salarios y prestaciones sociales no serán ajustados por la inflación, que este año aumentará bastante por encima de la meta del 6,5%. Este cuadro indica que los salarios van a caer y el desempleo aumentará, como lo destacan los últimos informes, con el consiguiente impacto sobre el consumo, que se encuentra estancado por el elevado nivel de endeudamiento familiar”, dice, y agrega: “En el frente externo debe agregarse la caída de los términos de intercambio de las exportaciones y un eventual (aunque lejano) aumento de las tasas de interés internacionales. Y por si todo esto fuera poco, la principal empresa del país, y responsable por una porción significativa de las inversiones, Petrobras, se encuentra sumida en un escándalo de corrupción que paralizó buena parte de sus actividades y proyectos de expansión. A todas estas noticias debe agregarse que el Gobierno enfrenta una crisis política seria, con rebeliones varias de sus aliados en el Parlamento y amenazas de juicio político a la Presidenta incluidos”. Según Jorge Vasconcelos, del Ieral de la Fundación Mediterránea, “después de Venezuela y la Argentina, Brasil fue el país de la región que más sufrió el cambio del escenario internacional. Hay cada vez más consenso entre los analistas que el cambio del ciclo internacional afectó más a nuestros países porque durante la época del auge tuvimos mayor propensión a consumir, no ahorramos ni invertimos lo suficiente, para tener mayores amortiguadores en la época de las vacas flacas (que, de todos modos, no son tan flacas, comparando con los precios históricos de las materias primas)”. El ajuste, en parte, tiene relación con la adaptación a un nuevo mundo en el cual las materias primas tienen precios más bajos, se empiezan a revertir los flujos de capitales del mundo emergente y el volumen de comercio crece a ritmo lento, apunta el economista e investigador del Cedes Ramiro Albrieu. El ajuste Con un mundo que ayuda menos y “un mix de políticas macro inconsistente”, según Albrieu, el ajuste no se hizo esperar. El último mojón del plan de ajuste del superministro de Economía, Joaquim Levy, recelado por el PT de paladar negro, fue congelar US$ 22.400 millones de gasto público para el año en curso para enfrentar un deterioro fiscal que derivó, en 2014, en el primer rojo primario en muchos años (-0,6% del PIB) y un déficit financiero, es decir, después del pago de intereses, de más de 6 puntos del PIB, agrega Albrieu. El objetivo, ahora, es tener un superávit primario de 1,2% del PIB. ¿Se podrá? “Más que correcto o incorrecto, el ajuste fiscal luce inevitable. Con un déficit de cuenta corriente superior a los 4 puntos del PIB, Brasil no puede contar con incrementar el financiamiento externo de sus desequilibrios. Por ende, debe recurrir a menos gasto y mayor ahorro. Y esto no puede ocurrir en términos macroeconómicos sin la contribución del sector público”, agrega Vasconcelos. “Mientras tuvo financiamiento y una balanza de pagos superavitaria, el ajuste lo pudo posponer. Ahora se acabaron los márgenes”, dice Albrieu, y advierte que “ajustar el gasto no será fácil”. Por ahora, los primeros pasos del plan de ajuste han pasado con éxito por el Congreso, pero no será fácil política y económicamente implementarlo. Si las negociaciones se empantanan, el ajuste se pospondrá y la paciencia de los mercados seguirá flaqueando, acentuando la necesidad del ajuste y devaluando aún más al real. “Brasil está entrando en un ajuste macroeconómico. Eso significa que no tenés demanda externa, y también tenés que empezar a ajustar la demanda interna. La inversión, el consumo, el gasto público y todos los items de la absorción comienzan a caer porque tenés que ajustarlos. Los números de este año van a ser necesariamente malos porque cualquier país que tiene que hacer un ajuste externo ajusta por crecimiento”, sostiene Albrieu. “La anemia de crecimiento venía hace rato. Ahora ya estás en una etapa de ajuste y la recesión, al menos por algunos trimestres, es inevitable y eso es lo que estamos viendo”, agrega. ¿Cómo sigue? Para 2016, la película parece mejorar: según la encuesta Focus el PIB podría subir 1%. Poco, pero algo. Aunque no sería extraño que esa proyección también empiece a corregirse a la baja. “Brasil está diseñando una hoja de ruta para volver a crecer”, escribió, optimista, el ex mandamás del BCB Henrique Meirelles en el Financial Times hace unas semanas. “La confianza estimulará la inversión y colocará a Brasil en una senda para volver a crecer”, enfatizó. “Efectivamente, si todo sale bien en Brasil (tampoco es algo asegurado), la recuperación de su economía será lenta y debería verificarse desde fin de este año”, proyecta Vasconcelos. Albrieu, en cambio, es bastante más pesimista sobre el futuro de Brasil, y añade que el problema macroeconómico de Brasil es similar al de Argentina. “En nuestro caso, sin embargo, el ajuste que debemos hacer es mayor”, dice. “Llegar a un modelo de crecimiento basado en las exportaciones y la inversión llevará tiempo. Más que en trimestres, hay que pensar en años”, dice. Señal de alerta para Argentina pues a Brasil va el 20% de nuestras exportaciones y ¡42%! de las exportaciones industriales. “Un Brasil cayendo implica malas noticias para nuestra economía real y, dado nuestro mercado de cambios tensionado, una mala noticia para el canal financiero”, según Albrieu. “Cada dólar que pierdas puede generarte un episodio de estrés cambiario”, explica. El nuevo Brasil, dice Vasconcelos, planteará un desafío para la Argentina. “Brasil quedaría con un tipo de cambio que ha dejado de estar sobrevaluado, por lo que pasaría a ser un competidor de fuste, tanto en la atracción de inversión extranjera como en las exportaciones manufactureras. Pero, a su vez, por el tamaño de su mercado, la Argentina sigue necesitando funcionar en el contexto de un mercado ampliado, por lo que nuestro país tendrá que adaptar su macroeconomía con el objetivo de convivir y, al mismo tiempo, competir con Brasil”, indica.

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