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Devaluación y elecciones: ¿Qué nos enseña América Latina?

Los oficialismos expanden la economía antes de las elecciones. Después, las correcciones no se harán esperar

24 abril de 2015

(Columna de Matías Carugati, economista jefe de Management & Fit)

En economía estamos acostumbrados a tratar al gobierno como un actor que, a través de su política económica, busca maximizar el bienestar de la sociedad. Sin embargo, la economía política nos da una mirada alternativa. Bajo esta óptica, el gobierno está a cargo de un partido político que procura el bienestar de la sociedad, pero que también intenta mantenerse en el poder. Entonces, la política económica puede leerse como tendente a procurar ambos objetivos, dando lugar a medidas más aceptables o convenientes que otras.

Precisamente, la devaluación no es una de ellas, por varios motivos. Primero, porque en un contexto de información imperfecta la sociedad puede leerla como una señal negativa respecto a la competencia del gobierno. Segundo, porque rompen con promesas de estabilidad cambiaria (si las hubiera). Tercero, porque a corto plazo la devaluación tiende a ser contractiva. Cuarto, porque su impacto distributivo es negativo. Cualesquiera sean la razones (o una combinación de ellas), el gobierno de turno intenta evitar una devaluación a toda costa. Y lo bien que hacen: algunos estudios calculan que 1 de cada 3 administraciones cae (vía el voto o por otro medio) en los 12 meses posteriores a una devaluación fuerte.

La lógica anterior es importante para entender la coyuntura, dado que Argentina se encuentra en medio de un proceso electoral clave Aún si el Gobierno considerase que el tipo de cambio está sobrevaluado (lo cual no parece ser la postura oficial), va a posponer cualquier corrección para después de octubre. Ningún partido político hace campaña devaluando la moneda.

La dinámica de los ciclos políticos para ciertas variables económicas nos puede ayudar a entender el futuro (anticiparlo excede el propósito de esta columna). Con este objetivo, compilamos información sobre elecciones presidenciales transcurridas entre 1980 y 2014 para 11 países de América Latina (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela), que representan más del 90% del PIB de la región. Principalmente, nos interesa estudiar la dinámica del tipo de cambio real multilateral (TCRM). Al tomar este indicador en lugar del tipo de cambio nominal evitamos, en cierta medida, el problema de causalidad entre devaluación e inflación.

Un análisis exploratorio valida la lógica de ciclo electoral en tipo de cambio (ver gráfico). Tomando el TCRM promedio (excluyendo observaciones extremas) para 75 elecciones a lo largo de una ventana de 19 meses (centrada en el mes de la elección), vemos que el gobierno típico de América Latina no devalúa antes de la elección. Por el contrario, dentro de los 5 meses posteriores a una elección, el TCRM promedio se devalúa hasta 6%. En general, ese es el tiempo que transcurre entre las elecciones y el inicio de un nuevo mandato (o confirmación, en caso de reelección del partido gobernante).

Tipo de Cambio Real Multilateral

Promedio geométrico, 75 elecciones

Fuente: Propia en base a International Finance Statistics (IFS-FMI).

Como siempre, los promedios esconden diferencias interesantes. Por caso, cuando las elecciones las ganan los partidos de oposición (es decir, se produce un cambio de gobierno), la devaluación real tiende a ser más rápida, más fuerte y más persistente que cuando se reelige al partido gobernante. Concretamente, en los tres meses posteriores a los comicios, el TCRM aumenta 8% y se estabiliza en ese nivel más alto. Por el contrario, cuando el gobierno es reelecto la devaluación real comienza a partir del cuarto mes después de las elecciones y alcanza un pico de 3%. Sin embargo, para el noveno mes el TCRM revirtió la suba y regresó a su nivel previo.

El ciclo electoral no parece confirmarse únicamente en el tipo de cambio. La política monetaria muestra indicios de ser expansiva antes de las elecciones y contractiva en la etapa posterior, lo cual contiene la suba inicial del tipo de cambio y limita, a su vez, el traslado a precios de la devaluación. Algo similar ocurre con el resultado primario, que se deteriora antes de las elecciones y se recupera después de los comicios. Cabe notar que el ajuste de las políticas monetaria y fiscal se completa en menos de un año.

Lógicamente, el giro poselectoral de la política económica tiene sus costos. Por un lado, la devaluación acelera la tasa de inflación, que toca un pico a 6 meses de las elecciones. Sin embargo, el sesgo contractivo de la política económica es efectivo para una rápida estabilización de la inflación. Lógicamente, la tasa de crecimiento se resiente producto del ajuste cambiario, monetario y fiscal. El impacto es más profundo y más rápido cuando la oposición se transforma en gobierno, aunque la siguiente recuperación también es más robusta y persistente que cuando el oficialismo retiene el poder y encara el ajuste.

Este análisis puede refinarse, aunque ofrece una historia consistente e intuitiva basada en la experiencia de América Latina. El partido gobernante intenta expandir la economía o evitar ajustes antes de las elecciones para incrementar sus posibilidades electorales, pero transcurridos los comicios las correcciones no se harán esperar. La devaluación es rápida y tiende a ser acompañada de un ajuste monetariofiscal. Dejamos para otra ocasión analizar si la estabilización poselectoral es forzada por las circunstancias o aplicada voluntariamente por el gobierno, pero queda claro que retener el poder (o intentarlo) tiene costos. Si bien la historia no está condenada a repetirse, sí puede servirnos para pensar el futuro del país, teniendo en cuenta que Argentina transita hoy esta dinámica, agravada por circunstancias particulares.

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