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La relación con China

Los capitales llegan (y las críticas también)

12 febrero de 2015

China es un país cada vez más importante para la Argentina (“el comercio bilateral se ha triplicado en la última década y en 2014 superó los US$15.000 millones”, según el economista Federico Muñoz), y todo indica que lo seguirá siendo. Pero, a medida que esto ocurre, la mirada a priori benevolente sobre la irrupción de China en la vida argentina (y esto vale para la región también) se va tornando más agria y aparecen cada vez más críticas al acercamiento bilateral. El Gobierno, como era de esperar, salió a defender el acercamiento y a mencionar los múltiples beneficios que entraña acercarse a la que será, más temprano que tarde, principal economía del mundo. Pero las críticas son muchas y se centran en dos aspectos. En primer lugar, en la “cesión de soberanía” hacia el Gigante Asiático (por ejemplo, permitiendo la instalación de una base espacial en Neuquén) y, en segundo lugar, en las condicionalidades y prerrogativas que impone China antes de abrir la billetera. “En la mayoría de los casos, las inversiones chinas están sujetas a la compra de insumos provenientes de empresas de dicho país. Sin embargo, el último acuerdo con Argentina no sólo contemplaría la importación de insumos sino el uso de mano de obra calificada china (ingenieros y técnicos) para la realización de los proyectos de infraestructura, condición que hasta el momento no había sido implementada por ningún otro país de la región”, explican desde Ecolatina. Eso fue precisamente lo que inquietó a los

industriales de la UIA. En un comunicado, expresaron su preocupación por algunos puntos del “Convenio Marco de Cooperación en Materia Económica y de Inversiones entre la República Argentina y el Gobierno de la República Popular de China”, que la Cámara Baja tratará mañana. En un comunicado, los industriales sostuvieron que “se planteó la preocupación por los alcances de las cuestiones referidas a los artículos 5to y 6to del acuerdo, relativas a la adjudicación directa de obras de infraestructura que cuenten con financiamiento de origen chino y a las condiciones de ingreso de mano de obra de dicho país. Ambas cuestiones podrían afectar la provisión local de bienes y servicios, por lo cual se señaló la importancia de contar con la aclaración sobre el contenido y alcance de dichas concesiones”. Los críticos argumentan que no es bueno negociar con una potencia en situación de debilidad porque eso desbalancea la mesa de negociaciones aún más. Según Muñoz, el afán del Gobierno es “conseguir un puñado de divisas para llegar al fin de 2015 sin crisis cambiaria, al costo de una vergonzante cesión de soberanía”. Al margen de los dimes y diretes, los capitales chinos (los que llegaron y los que vendrán) serán un aliado clave del Gobierno para prolongar la pax cambiaria, como sostiene Matías Carugati, y una inyección de capital bienvenida para un sector, como el de la infraestructura, sediento de inversiones. Como en toda relación, la pregunta es si tiene más beneficios que perjuicios. El debate, bienvenido, recién esta comenzando.

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