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La economía global

Recuperación lenta y desigual

10 octubre de 2014

(Columna de Olivier Blanchard, economista jefe del FMI)

La recuperación continúa, pero es débil y desigual. Las cifras básicas de nuestras proyecciones más recientes publicadas en la edición de octubre de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) presagian un crecimiento de 3,3% del PIB global para 2014 y 3,8% para 2015, es decir, 0,1% y 0,2% menos de lo pronosticado en julio, respectivamente.

Pero estas cifras ocultan evoluciones muy distintas. Algunos países se han recuperado totalmente o casi totalmente, mientras que otros aún están en la lucha.

Si damos una vuelta por el mundo, veremos que las economías están sujetas a dos fuerzas básicas. Una tiene sus orígenes en el pasado: los países tienen que lidiar con las secuelas de la crisis financiera, que van desde el sobreendeudamiento hasta el alto desempleo.

La otra está vinculada al futuro, o para ser más exactos, a las previsiones sobre el futuro: las tasas de crecimiento potencial están siendo revisadas a la baja, y este deterioro de las perspectivas está a su vez gravitando en la confianza, la demanda y el crecimiento actuales.

Dado que estas fuerzas influyen en cada país en grado diverso, las evoluciones económicas cada vez son más diferenciadas. Con esto en mente, demos un vistazo a las distintas regiones.

Las avanzadas

Entre las economías avanzadas, Estados Unidos y el Reino Unido, en particular, están dejando atrás la crisis financiera y logrando niveles aceptables de crecimiento. Pero aun en su caso el crecimiento potencial es más bajo que a comienzos de la década de 2000.

Japón está creciendo, pero los altos niveles de deuda pública heredados del pasado, sumados a un crecimiento potencial muy bajo en el futuro, plantean enormes desafíos macroeconómicos y fiscales.

El crecimiento prácticamente se estancó a comienzos de este año en la zona del euro, incluso en los países centrales. Si bien esto obedece en parte a factores temporales, tanto las secuelas, sobre todo en el sur, como el bajo crecimiento potencial, casi en toda la región, están frenando la recuperación.

Los emergentes, más lentos

En las economías emergentes, el factor preponderante es el menor crecimiento potencial. Para el conjunto de estas economías, ahora se pronostica que su crecimiento potencial será 1,5% más bajo que en 2011. Pero en este caso la disparidad también sigue siendo la norma:

China está manteniendo un fuerte crecimiento, pese al fin de un auge inmobiliario y del crédito. En el futuro, es posible que el reequilibrio implique un crecimiento un poco más lento, pero esto se debe considerar como algo saludable.

La India se ha recuperado de su relativo bajón, y se prevé que gracias en parte a políticas y a un resurgimiento de la confianza el crecimiento una vez más supere el 5%.

En cambio, las inciertas perspectivas de inversión en Rusia ya habían empezado a reducir el crecimiento antes de la crisis de Ucrania, y ahora la crisis ha empeorado las perspectivas. Las perspectivas inciertas y el bajo nivel de inversión también están frenando el crecimiento en Brasil.

Por último, la evolución de los países en desarrollo de bajos ingresos sigue siendo notablemente favorable, aun pese a una desaceleración de los precios de las materias primas. Pronosticamos que su crecimiento será de 6,1% en 2014 y 6,5% en 2015.

Riesgos a la baja

El largo período de bajas tasas de interés ha dado lugar, en cierta medida, a una búsqueda de rentas, y es posible que los mercados financieros tengan una actitud demasiado complaciente con respecto al futuro. Tampoco hay que exagerar estos riesgos, pero las autoridades sin duda deben mantenerse atentas. Las herramientas macroprudenciales son los instrumentos adecuados para mitigar estos riesgos; sin embargo, está por verse si pueden cumplir su cometido.

Los riesgos geopolíticos han cobrado relevancia. Hasta ahora hay pocos datos que indiquen que la crisis de Ucrania haya tenido efectos mensurables que vayan más allá de los países afectados y sus vecinos inmediatos. Y la agitación en Oriente Medio tampoco ha tenido mayor efecto en el nivel o la volatilidad de los precios de la energía. Pero, desde luego, el riesgo de que eso suceda en el futuro está presente, y tendría importantes consecuencias para la economía mundial.

El tercer riesgo es que la recuperación en la zona del euro se estanque, que la demanda se debilite aún más y que la baja inflación se convierta en deflación. Este no es nuestro escenario base, porque pensamos que los fundamentos económicos de la zona del euro están mejorando lentamente, pero un escenario de ese tipo, de materializarse, sería el principal problema al que se enfrentaría la economía mundial.

¿Y las políticas?

En las economías avanzadas, las políticas tienen que abordar tanto las secuelas de la crisis como el bajo crecimiento potencial. Con respecto a lo primero, un objetivo central ha sido el saneamiento de los balances de los bancos, pero el sobreendeudamiento de las empresas y los hogares sigue siendo un problema en varios países. Mientras persista la debilidad de la demanda, seguirán siendo esenciales la orientación expansiva de la política monetaria y las tasas de interés bajas. La floja recuperación en la zona del euro ha abierto un nuevo debate sobre la orientación de la política fiscal. Los reducidos diferenciales de los bonos soberanos indican que la consolidación fiscal emprendida en los últimos años ha permitido a los inversores financieros confiar en que las actuales trayectorias fiscales son sostenibles. No se debe permitir que esta credibilidad, lograda a un precio alto, se vea amenazada.

Esto no significa, sin embargo, que no exista margen para recurrir a la política fiscal para sostener la recuperación. Como se explica en el WEO, la inversión en infraestructura, incluso si se financia con deuda, puede estar justificada y puede ayudar a estimular la demanda a corto plazo y la oferta a mediano plazo. Y si el riesgo de estancamiento se materializara, también será importante estar en condiciones de tomar más medidas.

Por último, desde luego que sería de desear que el crecimiento potencial fuera mayor. Esto sería algo no solo de por sí positivo, sino que también ayudaría a que los desafíos fiscales y financieros sean mucho menos abrumadores. Pero elevar el producto potencial, o sólo el crecimiento potencial, es una tarea complicada, y se deben mantener expectativas realistas. Sin embargo, en la mayoría de los países las reformas estructurales específicas pueden ser útiles.

El desafío, tanto para las economías avanzadas como para las de mercados emergentes, es ir más allá del lema de “emprender reformas estructurales” e identificar las reformas que son más necesarias y las que son políticamente viables. Quizás en términos más generales, el desafío para las autoridades consista en reestablecer la confianza articulando un plan claro que permita abordar el problema de las secuelas de la crisis y los desafíos del bajo crecimiento potencial.

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