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Más allá de Dilma, Marina o Aécio

Importan las alianzas y la agenda

01 octubre de 2014

(Columna de Jorge Vasconcelos, investigador jefe del IERAL)

Cada vez que alguna encuesta aporta indicios de la posible reelección de Dilma, la Bolsa brasileña se derrumba. Las simpatías del mercado claramente están alineadas con Marina y Aécio, sin importarle cuanto de lo que anuncian puede ser llevado efectivamente a la práctica.

El vaivén bursátil puede ser justificado desde diversas vertientes, pero lo que llama la atención, es la muy baja probabilidad asignada a un eventual giro de la política económica bajo un nuevo mandato de Dilma. Al respecto, Guido Mantega, el actual ministro de Economía, anunció que no seguirá en el puesto.

Pero eso no fue suficiente. Parecería que el mercado teme un “vamos por todo” de Dilma en caso de reelección. Lo que le está “pasando factura” a la gestión presidencial es, entre otros, el excesivo intervencionismo, cuya expresión más nítida es el derrape de la cotización bursátil de Petrobras, la política del “caso por caso”, las demoras en la infraestructura atribuidas a la falta de convicción para otorgar concesiones al sector privado y la pérdida de iniciativa en negociaciones internacionales (Unión Europea) que podrían haber ayudado a la economía brasileña a salir del encierro mercadointernista.

Será posible saber si Dilma está dispuesta a cambiar recién después del segundo turno, ya que la campaña electoral la ha arrinconado en una posición defensiva. Sin embargo, en caso de triunfar, tiene incentivos para hacer rectificaciones importantes. En primer lugar, obtendría menos del 40% de los votos en la primera ronda, por lo que habría allí un serio llamado de atención. En segundo lugar, las demandas sociales que culminaron en las revueltas del año pasado siguen todas vigentes. La población dentro del ABC pasó de 79 a 126 millones de personas en la mobile casino última década, y eso es mérito de la continuidad de políticas de Cardoso-Lula-Dilma, pero ahora esos sectores sociales reclaman contra un sector público que “toma todo” en materia de impuestos, pero devuelve muy poco en la dimensión servicios. En tercer lugar, Dilma misma debe estar insatisfecha por la sucesión de “pibinhos” (la forma chicanera que tiene la oposición de describir el pequeño crecimiento del PIB en la era Dilma) y la baja tasa de inversión, y debe ser consciente de que, con el actual ritmo de crecimiento, en lugar de converger, Brasil se está alejando de los países más desarrollados y los emergentes más dinámicos.

Si Dilma finalmente triunfara, la clave será el tipo de alianzas que intente forjar. Los mercados se “habrán equivocado” si busca el apoyo y el compromiso de Lula dentro del PT y, por fuera de su círculo más estrecho, intenta avanzar en una agenda vinculada con la productividad y con una inserción más decidida en la región y en el mundo. Una señal en esta dirección es la reciente carta firmada por Lula y el ex presidente chileno Ricardo Lagos (Dos oceános, una voz), en la que abogan por la convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, con todo lo que esto implica en términos de (re)organización de las economías del lado del Atlántico. Sin embargo, está claro que ?por el momento? los mercados no parecen dispuestos a otorgarle el beneficio de la duda al eventual segundo mandato de Dilma.

El entusiasmo está totalmente inclinado del lado de Marina, que en parte puede justificarse por asesores de la talla de André Lara Resende (uno de los autores del plan Real). Es posible que la debilidad de Marina Presidenta por tener una angosta base legislativa propia, pueda terminar siendo una fortaleza si logra acuerdos sólidos con el partido de Cardoso e incluso, para aspectos puntuales, con el mismo Lula (en caso de una derrota de Dilma, sería el líder excluyente del PT). Muchos de los cambios que Brasil necesita para salir de la trampa de los sucesivos pibinhos requieren consenso, en algunos casos a través del Parlamento. Esto es así en un programa que se plantee una inserción más decidida en el mercado regional y global, que apunte a bajar el costo Brasil a través de un rescate de la infraestructura (que requerirá más concesiones al sector privado) y de una simplificación tributaria (para lo que se necesita un pacto fiscal federal).

Además, si se pretende cambiar el mix de la política económica para ir hacia una tasa de interés cercana a la internacional, urge una reforma del sistema previsional, con erogaciones que insumen nada menos que doce puntos del PIB, como si Brasil fuera un país de una población envejecida. Alguna vez, en su momento de mayor popularidad, los ex presidentes Cardoso y Lula intentaron avanzar en algunos de los items del ambicioso plan de Marina y chocaron contra diversas trabas políticas y burocráticas.

Por ende, para no ser tan pesimistas con Dilma y para no caer en falso optimismo con Marina (o Aécio, en caso de una sorpresa de último minuto), en cualquier escenario se requiere un buen sistema de alianzas que logre dar en el clavo en la asignación de prioridades. La frustración por el bajo crecimiento y los magros servicios que presta el Estado han ayudado a que las condiciones comiencen a madurar. ¿Lo habrán hecho lo suficiente?

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