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Los costos de un impuesto no legislado

El "impuesto inflacionario" superará el 4% del PIB

16 septiembre de 2014

(Columna de Fernando Agra, economista y director de la Licenciatura en Economía de la UCES y  Eliana Scialabba y Mariano Carpineti, economistas y docentes de la UCES)

La resolución del conflicto con los holdouts y las tensiones en el mercado cambiario son el principal foco de atención de los analistas y acaparan la atención en la coyuntura. Sin embargo, tras este escenario continúan ciertas tendencias que contribuyen a explicar los desequilibrios existentes y que, como una caja de resonancia, repercuten en otras variables, como las expectativas inflacionarias y la evolución esperada del tipo de cambio nominal.

Una de esas tendencias de fondo es la evolución del gasto público y los ingresos fiscales, que durante el primer semestre del año reflejan un déficit y que se estima, sin considerar ingresos “no ortodoxos”, en torno al 4% del PIB para el año completo. A pesar de nuestra experiencia inflacionaria, algunas fuentes de financiamiento del sector público, que consideramos “no ortodoxas”, desde hace algunos años han crecido en su relevancia al efecto de financiar los desequilibrios fiscales. Adelantos transitorios y remisión de utilidades del BCRA han incrementado su participación relativa como fuente de ingresos para cerrar la brecha fiscal. Se trata del regreso del impuesto inflacionario.

En tal sentido, uno de los temas que continúan en la agenda de la población y que contribuyen a caracterizar la coyuntura económica argentina es la evolución de la tasa de inflación. A priori, un observador externo tendería a pensar que, dada nuestra “rica” experiencia inflacionaria, que incluye dos brotes hiperinflacionarios, deberíamos tener una natural protección contra la “ilusión monetaria” y los shocks inflacionarios. Sin embargo, notamos demasiada tolerancia inflacionaria o, en otros términos, el virus de la ilusión monetaria ha afectado a las generaciones que disfrutaron de la estabilidad monetaria, y las encuentra hoy con las defensas bajas.

Una de las consecuencias de un escenario inflacionario es la incertidumbre y sus efectos perniciosos sobre la toma de decisiones, que terminan repercutiendo sobre la economía real. Si bien un proceso inflacionario es producto de varias causas que confluyen simultáneamente, bajo ciertas circunstancias, algunas tienen un peso relativo mayor y pueden transformarse en el principal factor explicativo de la dinámica inflacionaria.

El déficit mete la cola

Desde esta perspectiva, existe cierto consenso entre los economistas que una de las causas de la inflación es el financiamiento monetario del déficit fiscal. Resulta entonces interesante evaluar la magnitud del impuesto inflacionario como fuente de financiamiento, cubriendo un período más largo que el que contempla la coyuntura. Si bien el impuesto inflacionario no es un impuesto legislado (en rigor, se trata de una analogía), como cualquier otro tributo su recaudación surge de considerar una base imponible y su respectiva alícuota impositiva. La base imponible en cuestión son las tenencias monetarias y la alícuota, la tasa de inflación.

Con base en estimaciones propias, se observa que durante la última década el impuesto inflacionario pasó de representar 0,5% puntos del PIB a 3,9% en 2013, y se estima que finalizará en el 2014 por encima del 4%. Este aumento en la participación del impuesto en el producto se explica tanto por el incremento de la base monetaria (base imponible), la cual entre 2003 y 2013 creció por encima de la tasa de crecimiento del PIB nominal, como por el fuerte avance de la inflación (alícuota). En tanto, en términos monetarios, pasó de $1.698 millones en 2003 a $ 105.238 millones en el año 2013. Hasta aquí, los números de esta fuente de financiamiento heterodoxa. Ahora repasemos las cuestiones de equidad que subyacen en el mismo.

¿Y la distribución?

El impuesto inflacionario posee un efecto distributivo claro. Los individuos más desfavorecidos son aquellos que mantienen mayores saldos monetarios como proporción de sus ingresos. Y dado que la tasa de inflación es la misma para todos los niveles de ingreso, el impuesto inflacionario recaerá proporcionalmente más sobre los sectores de menores ingresos relativos. Dicho de otra manera, es un impuesto regresivo.

Asimismo, no sólo tiene efectos en cuanto a distribución del ingreso, sino que existen otros costos asociados al mismo. En primer lugar, debe considerarse que este impuesto sólo puede recaudarse en la medida en que haya inflación, la cual involucra altos costos económicos, entre los que pueden mencionarse la elevada variabilidad de los precios relativos, mayor volatilidad de la tasa de interés y efectos distorsivos sobre el tipo de cambio real, en la medida en que el tipo de cambio nominal no acompañe la evolución de la tasa de inflación. La conjunción de estos efectos tienen un impacto negativo sobre el ahorro y la inversión de una economía y, por lo tanto, sobre su crecimiento y desarrollo de largo plazo.

Si bien la inflación es un fenómeno generado por múltiples causas, consideramos que en la coyuntura actual el principal motor de la dinámica inflacionaria es el financiamiento monetario del déficit fiscal, que no sólo genera un enorme costo social, incrementando los niveles de incertidumbre, dificultando la toma de decisiones referidas a contratos, negociaciones salariales, realizar un depósito o tomar un crédito, o simplemente fijar un “precio”, entre otras operaciones que se realizan a diario. Y como se señaló anteriormente, las expectativas inflacionarias repercuten en el tipo de cambio esperado, presionando sobre el mercado cambiario y con la paradoja de que un ajuste cambiario generará un resultado positivo en el balance del Banco Central, producto de la revalorización de las reservas internacionales, que engrosarán la potencial remisión de utilidades al sector público, una mayor expansión monetaria que, ceteris paribus, alimentará la dinámica inflacionaria generando incentivos endógenos a mantener esta fuente de financiamiento.

Por último, un riesgo latente que puede reducir los grados de libertad de la política económica es una caída en la demanda de dinero si las expectativas inflacionarias se acrecientan. Y como esa es la base imponible del impuesto inflacionario, a igual déficit fiscal a financiar, se necesitará una mayor alícuota del mencionado “impuesto”, es decir, un incremento en la tasa de inflación.

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