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La psicosis del dólar

¿La escasez de dólares es un delirio?

26 septiembre de 2014

(Columna de Martín Tetaz, economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana -IIL- y del CEDLAS / @martintetaz)

Según el manual de trastornos psiquiátricos DSM-IV, “la característica esencial del trastorno psicótico breve es una alteración que comporta el inicio súbito de, por lo menos, uno de los siguientes síntomas psicóticos positivos: ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado (p. ej., disperso o incoherente) o comportamiento catatónico o gravemente desorganizado (Criterio A)”.

Podría pensarse, entonces, que cuando el viceministro de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, se refirió en un reciente reportaje que le hicieron por Radio Nacional “a la psicosis de que no hay dólares y hay que recurrir a mercados ilegales” pensaba que, salvando la analogía, la idea de la escasez de dólares es delirante y se trata de una alucinación.

La hipótesis es plausible cuando se refiere al comportamiento de los agentes minoristas que pueden no conocer los factores reales que determinan la oferta y demanda de divisas, ni ser lo suficientemente sofisticados como para elucidar los determinantes psicológicos, asociados a las expectativas, que son de particular importancia porque que se trata de un mercado que transa activos financieros y no bananas.

Pero lo que sucedió desde fines de julio es que el que subió bruscamente no fue el blue sino el contado con liquidación, que por entonces estaba a $10 y esta semana osciló en torno de los $14,50. No es entonces doña Rosa la que hace subir el billete norteamericano, sino las empresas que buscan financiar importaciones y los medianos y grandes inversores que huyen del peso, en un contexto en el que según la última encuesta de la Universidad Torcuato Di Tella se aceleran las expectativas de pérdida del valor adquisitivo del peso (en promedio, la gente espera 41,1% de inflación para los próximos 12 meses).

Quizás por eso el funcionario se contradice en la misma nota y dice que “los saltos en la cotización se deben a movimientos financieros, con mala intención, que se explican más por los vaivenes de la causa con los buitres”. Se cae con esa conjetura la posibilidad del brote psicótico como factor explicativo, aunque persiste la confusión de que no habría razones fundamentales para que el público considere que la política cambiaria es insostenible. Tanto es así que Agis argumenta que el dólar “tiene una dinámica tranquila y previsible que busca garantizar la competitividad de la economía sin generar episodios de tensión cambiaria”

Ahora bien: es correcta la idea de administrar el tipo de cambio para absorber los shocks transitorios y evitar que la volatilidad en la cotización del dólar genere incertidumbre sobre un precio tan vital para la economía. Es cierto que como los agentes económicos sufren distorsiones cognitivas que les impiden separar el ruido de la señal, confunden los shocks aleatorios con tendencias y al actuar en consecuencia producen burbujas y corridas por fenómenos de profecía autocumplida.

Hago siempre el experimento con mis alumnos de la Facultad de Ciencias Económicas. Les muestro presuntas evoluciones diarias del Merval (que, en realidad, generé con la función random del Excel) y les pido que indiquen si comprarían, venderían o se mantendrían expectantes en ese mercado hipotético. Sistemáticamente los estudiantes (muchos de ellos avanzados) creen ver tendencias en las que solo hay azar. Entonces, como el ser humano no comprende el azar (parafraseando a Borges, no puede verlo), se justifica plenamente la intervención estabilizadora de la autoridad monetaria, que desactiva así episodios de tensión cambiaria de naturaleza puramente psicológica.

Pero el problema es que para hacer eso, el Banco Central necesita balas y/o confianza. Sin dólares y sin acceso al crédito internacional, no hay manera de usar esa herramienta y solo queda la opciones de devaluar o prohibir importaciones. Quizás por eso coincide la escalada del dólar paralelo legal con el derrumbe de las importaciones que hasta julio venían cayendo 10% acumulado, pero se desplomaron 20% en agosto, comparado con el mismo mes del año anterior, y sospecho que, viendo lo que ocurrió en autos y autopartes, que la caída de septiembre será mucho mayor aún.

Puede argumentarse, es obvio, que la diferencia en las importaciones es culpa de la recesión y el encarecimiento del dólar oficial, que en agosto 2014 costó 7,5% más en términos reales que en agosto 2013. Pero lo cierto es que la inflación se va comiendo mes a mes la competitividad artificial que logró la industria sustitutiva local con la devaluación de enero, y si bien la recesión es obvia tampoco parece haberse profundizado tanto en agosto.

Las dos novedades centrales son el default y la caída del 25% en el precio de la soja, que significan menos dólares para la economía y un deterioro de las expectativas respecto a la disponibilidad de divisas para los próximos meses. El precio del dólar paralelo se interpreta, entonces, como el valor de una apuesta en contra de la sostenibilidad de la política cambiaria oficial. Por eso es un error mirar lo que pasa con el blue, porque el actor principal es el contado con liquidación, que subió 45% desde principios de julio, mientras que el informal escaló incluso considerando el máximo de $16 alcanzado el miércoles, sólo 26% en el ínterin. La brecha entre el paralelo legal y el ilegal de hecho se redujo pasando del 27% a fines de julio a solo el 10% en la actualidad.

Lo que sí es verdad y genera preocupación, es que la gente usa el precio del dólar como referencia de la salud de la economía, porque en su memoria episódica ha almacenado, dependiendo de la edad de cada uno, distintos eventos con una constante común. En el curso de la historia económica argentina, crisis y suba del dólar se dan sistemáticamente de manera simultánea. Eso explica por qué el Indice de Confianza del Consumidor (ICC) que publica la UTDT, cayó 5,4% en septiembre, luego de seis meses consecutivos de recuperación, tras el derrumbe de febrero cuando, devaluación mediante, la confianza en la economía cayó 23,4%.

El dólar, entonces, sube porque hay menos billetes verdes por cada peso y la gente no tiene confianza en que la escasez de divisas se revierta pronto. Esta tendencia se profundizará si el Gobierno continúa empecinado en aislarse de los mercados financieros internacionales y en sostener la moneda sobrevaluada. En ese contexto, una burbuja alcista puede formarse, empujada por un mayor deterioro de las expectativas que conduzca a un fenómeno de profecía autocumplida. Pero aún eso no ha ocurrido. Por ello el precio del dólar paralelo se interpretacomo el valor de una apuesta en contra de la sostenibilidad de la política cambiaria oficial.

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