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Ajuste o deuda

El Gobierno frente a la escasez de divisas

13 junio de 2014

(Columna de Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina)

El viraje de 180 grados que está llevando a cabo el Ejecutivo en la política de desendeudamiento externo es notable. El cambio se percibe incluso en lo discursivo: indemnizar a Repsol, pagar en el CIADI o conseguir deuda en los mercados de capitales para financiar obras de infraestructura volvió al léxico oficial.

La rapidez y las concesiones económicas en las diversas negociaciones muestran que el Gobierno está resuelto a apelar al crédito externo en lo que queda de su mandato. Por caso, el acuerdo con el Club de París excluyó al FMI (blindando el frente político), pero en lugar de una quita se aceptaron punitorios que hicieron que la deuda pase de US$ 6.000 M a casi US$ 10.000 M. Es verdad que aún falta el escollo de los holdouts (habrá definiciones de la Corte Suprema de EE.UU. próximamente) pero lo más probable es que las partes se reunan a negociar a más tardar el año entrante ya que a ninguno de los dos le conviene un default.

La Argentina necesita llegar a 2015 para hacer una oferta que no afecte a la deuda ya reestructurada y que le permita colocar deuda en los mercados financieros a tasas razonables para pagar los fuertes vencimientos de deuda pública en moneda extranjera (más de US$ 10.000 M).

El objetivo de los fondos buitres no es que Argentina caiga en default técnico este año, sino obligarla a negociar un pago desde una posición de debilidad. Si el fallo de primera y segunda instancia en contra de nuestro país queda firme este año, estos podrán recoger un botín que se postergó por más de una década.

Más allá que la agenda del financiamiento externo requiere otras señales para hacer converger el costo crediticio de la Argentina al de los países vecinos (reglas claras, remover el cepo y trasparentar estadísticas), habrá entrada de capitales para el sector público en 2015. Incluso, es probable que aumente el influjo de dólares financieros para privados, si hay expectativas de que el próximo Gobierno removerá los escollos mencionados.

La razón del cambio de estrategia para enfrentar la restricción externa es que la alternativa al endeudamiento es profundizar el ajuste. Para evitar una crisis cambiaria el Ejecutivo tuvo que devaluar, subir tasas, trabar importaciones y recortar subsidios. Los costos sociales del ajuste impulsaron al Gobierno a moderarlo, y a apostar todas las fichas a la reapertura del crédito externo.

El atractivo político del camino del endeudamiento es indudable: si ingresa un flujo de dólares significativo el Ejecutivo terminaría su mandato con una economía más estable. En primer lugar, despejaría el riesgo cambiario (maxidevaluación) y cualquier posibilidad de default de la deuda externa, retroalimentando la baja del riesgo país local. Además, tras el significativo deterioro de las variables reales en 2014, el año entrante habría margen para un repunte de la actividad ya que el Gobierno no se vería forzado a aplicar una política de ajuste. Un punto no menor a resaltar es que a mayor holgura en el frente cambiario mayor incentivo a moderar la depreciación del tipo de cambio oficial, lo que ayudará a contener la inflación a costa de un mayor atraso cambiario. En el extremo, puede existir la fantasía de financiar un mayor gasto público con deuda externa en 2015, para apuntalar beneficios sociales o frenar el sinceramiento de tarifas, y que sea el próximo presidente el que corrija el desaguisado de precios relativos.

Pero, el acceso al financiamiento no será tan abultado. Esperemos también que el Gobierno entrante haga las correcciones económicas necesarias y no se tiente por el camino del endeudamiento para financiar los desequilibrios, que es pan para hoy y hambre para mañana.

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