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La pobreza en la Argentina I

La composición y la brecha

16 mayo de 2014

Tras el reconocimiento de una mayor tasa de inflación minorista por parte del Indec se disparó el debate respecto a la tasa de pobreza en la Argentina, puesto que al utilizar precios más realistas para construir la canasta que se usa para medir aquella variable, necesariamente deja mayor cantidad de personas bajo la línea de la pobreza.

El último dato oficial, correspondiente al primer semestre de 2013, indicó que en la Argentina la pobreza alcanzaba al 4,3% de sus habitantes, casi 1,7 millones de personas. Las estimaciones realizadas por el Ieral, en cambio, dan cuenta de que la pobreza se sostuvo durante el último lustro en niveles semejantes al último dato oficial previo a la intervención del organismo estadístico (26,9% para el segundo semestre de 2006); alcanzando para el segundo semestre de 2013 al 26,2% de los habitantes, alrededor de 10,8 millones de personas. Esto es, desde que la inflación subió a los dos dígitos anuales en el último lustro la pobreza prácticamente dejó de bajar, e inclusive ahora sube.

Los actuales niveles relativos resultan similares a los observados en algunos años de la década del '90, como en mayo de 1995, en pleno efecto tequila. ¿Por qué si los niveles de desempleo son ahora menores que en los '90 existen similares tasas de pobreza? Ocurre que se puede caer en la pobreza por falta de empleo, pero también contando con un empleo si este genera ingresos insuficientes, especialmente cuando son horadados por la inflación.

Una mirada más profunda

A este respecto, puede decirse que mientras que en el quinto quintil de la distribución del ingreso, que incluye a las personas que habitan en el 20% de los hogares más ricos, menos del 6% de los activos enfrentan problemas de dificultad laboral (desocupados o subocupados demandantes), entre los habitantes del quintil más bajo de la distribución del ingreso, el 31,5% de sus individuos activos laboralmente enfrentan problemas de dificultad laboral y la tasa de desempleo más que duplica al promedio general (15,7%).

Además, debe decirse que durante el primer semestre de 2013 entre el 20% de los hogares de mayores recursos, $6 de cada $10 del ingreso total mensual provenían de empleos formales y de calidad, casi $2 más se correspondían con ingresos previsionales, $1,25 de rentas e intereses u otros ingresos y tan sólo $1 de cada $10 eran generados mediante la participación de los habitantes de estos hogares en empleos informales y/o precarizados. Estas referencias contrastan fuertemente con la realidad correspondiente al primer quintil de la distribución del ingreso (el 20% de los hogares con menores recursos). Sus ingresos, que ya resultan insuficientes en la mayoría de los casos para superar el umbral de pobreza, muestran un origen más frágil, pues tan sólo $3 de cada $10 provienen de empleos formales, otros $3,5 provienen de puestos informales y precarios, $1,5 de prestaciones previsionales, $1 de la ayuda social y menos de $1 de otras fuentes alternativas.

Mientras en el segundo semestre de 2013 sólo 5% de las personas pobres son desocupados, en igual semestre de 2003 el 14% revestían esa condición. En cambio, entre las personas en condiciones de pobreza son ahora relativamente más importantes los inactivos, ya sea que estudian (33,8% del total de pobres) o que no estudian (20,9%), en muchos casos contando con ayuda social, pero que no alcanza a sacarlos arriba de la línea de pobreza. Esto ocurre especialmente entre edades de 18 a 59 años, pues entre personas de más de 60 años ha caído la incidencia de la pobreza (moratoria previsional).

Composición de la población en condición de pobreza según situación educativa y laboral (en % del total de personas pobres)

Si de insuficiencia de ingresos se trata, es posible analizar el nivel de profundidad de la pobreza en el curso de los últimos años. Para ello se recurre a la definición de “brecha de pobreza” promedio por hogar. Esta representa la cantidad de dinero que requiere, en promedio, un hogar pobre para salir de tal condición y superar el umbral delimitado por la canasta básica total correspondiente con su estructura familiar.

La evidencia indica que en promedio un hogar pobre requiere de $2.600 para salir de tal condición. En la comparación respecto a años previos, se encuentra que para el año 2003, con una tasa de pobreza que casi alcanzaba al 48% de los habitantes, los hogares pobres requerían de $2.300 (a valores actuales), cifra inferior a la actual, aunque con gran parte de la población sumida en condición de pobreza para entonces. Asimismo, es posible encontrar que mientras se sucedieron años de expansión económica y del empleo, la brecha promedio de pobreza se contrajo hasta un mínimo ocurrido durante el segundo semestre de 2007, donde los hogares sumidos en pobreza requerían de tan sólo $2.000 para superar tal situación de carencia.

Posteriormente, en la medida que la expansión y el crecimiento alcanzaron sus límites, a la vez que el contexto inflacionario se profundizó, el dinero requerido para superar la pobreza volvió a incrementarse considerablemente. En el camino, gran parte de la política asistencial, fundamentalmente la Asignación Universal por Hijo instaurada en 2009, actuó como un paliativo que no logró contrarrestar en forma significativa a dicho indicador.

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