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El ajuste y la política

Una buena noticia para la oposición

02 febrero de 2014

Es razonable que el debate de la hora sean las causas y, sobre todo, las consecuencias económicas de la (parcialmente) nueva estrategia económica del Gobierno. Hacia dónde va la economía es la pregunta de la hora. En épocas de vacas flacas, el argentino suele ser muy pesimista, así como en las buenas épocas “se la cree de más”. No es de extrañar, entonces, que muchos vean una crisis en el horizonte y la vuelta a las tinieblas (¡cómo cambió el clima en los últimos 24 meses!). El Rodrigazo del '75, la hiper del '89 y la crisis casi terminal del 2001-2002 se intercalan como desenlaces posibles para la Argentina 2014-2015.

Más allá de estas consideraciones, la política, y sobre todo quienes transitan los diversos espacios opositores y tienen apetito de arribar a la Casa Rosada, mira con atención lo que está ocurriendo. Por lo bajo, existe en todos ellos cierta satisfacción de que haya sido el propio kirchnerismo el que haya decidido hacer el ajuste. Entre la oposición no peronista, además, hay cierto goce con el hecho de que el PJ tendrá un enorme desafío éstos dos años para mantener la credencial de ser “el único partido que puede gobernar la Argentina”.

La preferencia (por necesidad de recuperar márgenes de acción y no por convicción) del Gobierno por proteger las reservas del BCRA, de estabilizar la economía a través de otros instrumentos (tasas de interés, por ejemplo) y de comenzar a atacar algunos desequilibrios, como los subsidios (que están detrás de la emisión inflacionaria del BCRA), le permite pensar a los opositores que la economía va a estar, allá por diciembre de 2015, bastante mejor que ahora y de lo que se pensaba un tiempo atrás.

Desde ya, la economía estará sin US$ 52.000 millones de reservas, tasas chinas de crecimiento o la confianza de los consumidores y los “superávits gemelos” de los años mozos del modelo, pero sin crisis y escenarios que, a priori, auguren una luna de miel de pocos días y un presidente debilitado desde el día uno. El Gobierno no dejaría “tierra arrasada”, como pensaban muchos, y quien asuma lo haría en un escenario más manejable que el de la Alianza.

Sí, 20 meses es mucho y hay varias incógnitas para despejar. Resta saber si el Gobierno realmente quiere (y puede) ir hacia un escenario de más estabilidad. Recordarán los memoriosos que la regla desde los '70 hasta esta parte es que los gobiernos le dejen una economía complicada a su sucesor, lo cual tiene que ver con su propia salida del poder: Dictadura-Alfonsín-Menem-De la Rúa-Duhalde.

Pero esta vez (por 2015) podría ser distinto pues el ajuste empezó casi dos años antes del recambio y por eso hay quienes creen que, como Duhalde hizo con Néstor, Cristina le dejará a su sucesor una economía con un buen potencial de crecimiento y no quedar atado de manos en el día uno o quedar como el villano malvado que viene a terminar el carnaval de la alegría K. Asimismo, también se beneficiará del ingreso de capitales que la salida del kirchnerismo del poder (en caso de que no gane el FpV) que se producirá cuando se produzca la transición.

Por supuesto, la satisfacción opositora también se nutre del desgaste acelerado que, creen, sufrirá el FpV de aquí en adelante. El ajuste no sólo denota un Gobierno débil sino que lo debilita aún más, y legitima a una oposición que venía argumentando, con escaso rédito electoral, de que el modelo kirchnerista tenía patas cortas. Si el Gobierno perdió una porción importante del voto de clase media entre 2011 y 2013, de aquí hasta 2015 amplios sectores de ingresos bajos y medios-bajos podrían hacer lo mismo. La economía entrará en un curso de menos crecimiento (sino recesión), más inflación, menos dinamismo laboral (con probable suba del desempleo), suba de tarifas, encarecimiento del crédito, caída del salario real y, quizás, de los ingresos de quienes dependen de los planes o programas de transferencia monetaria del Estado. Cuanto menos, al Gobierno le costará recuperar votos en los próximos 20-21 meses y mantener unida su coalición de poder.

¿Pecan, aquí también, de optimismo excesivo? ¿No tiene margen de recuperación el kirchnerismo?

La cuestión económica será central en el debate presidencial de 2015. En 2013 estuvo casi ausente. Los votantes valorarán, quizás más que otra cuestión, la capacidad de las distintas opciones opositores de estabilizar la economía y no ser, por el contrario, un factor adicional de inestabilidad. Especialmente, si la situación económica sigue inestable. Aquí, los peronistas le ganan la compulsa a los radicales (no es casual que los dos presidenciables que lideran las encuestas sean del PJ), aunque también les será más difícil presentarse como un cambio y no una continuidad bajo otra fachada en caso de que esa sea la demanda mayoritaria de la sociedad.

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