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La educación en la Argentina

¿Cómo la torre de Pisa?

21 diciembre de 2013

(Columna de Jorge Paz, economista, investigador del CONICET y del IELDE)

Días atrás, la OCDE dio a conocer los resultados de la evaluación realizada en 2012 a jóvenes de quince años de 65 países. Para la Argentina hay, al menos, dos noticias: una mala y una buena. La mala es que no mejoramos desde 2000 a la fecha y la buena es que tampoco empeoramos, a pesar de que ahora ocupamos el puesto 59 en el ranking global.

¿Qué es la prueba PISA? El Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes es una evaluación académica que se aplica a jóvenes de quince años de los 65 países participantes que en 2012 representaron alrededor del 85% del PIB mundial. Se realiza de manera sistemática cada tres años (hasta ahora en la Argentina se hizo cuatro veces: 2000, 2006, 2009 y 2012) y se evalúan tres competencias: lectura, matemática y ciencias.

Aquí aparece uno de los primeros elementos a tener en cuenta: no siempre se pone el foco en las tres competencias, sino que se prioriza una de ellas. En 2012 se evaluó más profundamente matemática. De esto se desprende que si queremos ver cómo nos está yendo a lo largo del tiempo debemos tener en cuenta este aspecto; las dimensiones no focales no se examinan con profundidad en todas las mediciones. La prueba dura dos horas y el resultado es una calificación que va de 0 a 1.000 y cuyo promedio por país es el valor de circulación más común en los medios y en las discusiones de los que toman decisiones acerca del sistema educativo.

En 2006, la Argentina obtuvo 381 puntos en Matemática y en 2012, 388. Los países que siempre se han destacado como los mejores del mundo fueron Finlandia, Suiza y Japón, entre otros. Este año el primer puesto fue para Shanghai (China) cuyo promedio (619) se situó 119 puntos por sobre la media mundial (494) y fue el primer país en superar los 600 puntos desde que se efectúa la prueba. Eric Hanushek es el economista que acuñó el concepto de “función de producción de la educación”.

La idea es muy sencilla: la calidad de la educación es algo que puede producirse y que requiere el uso de determinados insumos que pueden clasificarse como propios del alumno (el talento o la inteligencia, por ejemplo) y de su origen familiar (ingreso y nivel educativo de los padres, tipo de vivienda que habita), de la escuela (tipo de gestión, origen de los fondos de financiamiento, cantidad de computadoras a disposición, cantidad de alumnos por maestro), de los maestros (formación, salarios, estabilidad laboral, edad) y del sistema económico y social (desempeño económico del país, porcentaje del gasto público dedicado a educación, porcentaje del gasto en educación dedicado a educación básica).

Por otro lado, hay razones para creer que los resultados educativos definen en buena medida la inserción en el mercado de trabajo. Si esto es lo que ocurre, las calificaciones más elevadas son una señal de acceso a empleo más productivos y con remuneraciones más elevadas. Hay aquí una consideración de equidad relacionada con los resultados de las evaluaciones PISA.

Pero hay, también, razones de eficiencia que conducen a desear y perseguir mejores marcas en las evaluaciones: la calificación es una señal de productividad de los trabajadores y la mayor productividad es, a la vez, un crecimiento económico más vigoroso y sustentable. Estos argumentos mirados desde su faz negativa indican que una generación que obtiene bajas notas en los exámenes internacionales tendrá una productividad menor que aquella que obtiene calificaciones más elevadas, lo cual implica ingresos menores y baja productividad relativa.

Los factores del contexto

Los instrumentos usados para la evaluación están pensados para individuos de quince años que, normalmente, están asistiendo al décimo año de escolaridad formal. Estos jóvenes deberían disponer entonces de herramientas (competencias) básicas para enfrentar ciertos retos laborales. Pero en un sistema educativo con sobreedad es probable encontrar jóvenes de 15 años cursando el octavo o noveno año de escolaridad. Las investigaciones que estimaron funciones de Hanushek mostraron que el grado al que asiste el o la joven es un determinante crucial de su desempeño académico, medido por la calificación obtenida en pruebas como PISA.

En la Argentina, en los últimos años, la sobreedad ha aumentado de manera notable sin que ello pueda ser considerado como un factor negativo. Muy por el contrario, es altamente probable que la inclusión de jóvenes que estaban fuera del sistema educativo y que fueron incorporados recientemente (por la Ley Nacional de Educación 26.206 o los programas de terminalidad educativa implementados), conduzca a interpretar como “mala” una situación que en realidad es deseable desde el punto de vista social. Este fenómeno se ha potenciado con la implementación de la AUH, que incentiva a los padres a enviar sus hijos a la escuela.

Alumnos de 15 años clasificados por el grado al que concurren y puntaje promedio en Matemática obtenido en las pruebas PISA de cada año.

Grado al que asiste

Argentina (Año de la prueba PISA)

Finlandia 2012

2000

2006

2009

2012

2,0

3,9

4,6

2,0

0,0

8,4

9,4

12,6

12,0

0,7

18,4

17,0

20,0

22,6

14,2

10°

70,2

64,4

56,7

59,4

85,0

11°

0,9

3,0

4,2

2,8

0,0

12° y +

0,0

2,3

1,9

1,1

0,1

Total

100,0

100,0

100,0

100,0

100,0

Puntaje promedio Matemática

388

381

388

388

519

Fuente: Construcción propia con microdatos de las pruebas PISA de la OCDE.

Estos fenómenos, el aumento de la sobreedad y la implementación de la AUH, entre otros, comenzaron a operar con mayor fuerza durante el último trienio (2009-2012) y deberían haberse reflejado en los resultados de la última prueba PISA. Así que los resultados podrían haber sido peores que los del 2006.

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