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Impresión 3D

La revolución que apunta a cambiarlo todo

24 diciembre de 2013

(Columna de Felipe Kusserow escrita en el marco del seminario de Economía y Medios de la Universidad de San Andrés)

-¿Viste el nuevo iPhone?

-Sí, increíble, ya me lo estoy imprimiendo en casa.

Aunque este diálogo parezca sacado de Los Supersónicos, según los especialistas en el tema no estamos a más de diez años de que sea una realidad. La impresión 3D llegó no sólo para una afición geek, sino para introducir profundos cambios en la economía y en la vida cotidiana en general.

En su libro “Impresión 3D: Cómo va a cambiar el mundo”, Andrei Vazhnov, un físico nacido en Siberia e instalado desde hace cuatro años en la Argentina, afirma que la impresión 3D no sólo va permitir que las personas puedan diseñar y construir ellas mismas piezas de decoración como una mini Torre Eiffel o la figura perfecta del maestro Yoda, sino que va a revolucionar tantas áreas de la economía como ideas surjan.

En su libro, Vazhnov menciona que estos cambios ya están siendo efectivos. Algunos claros ejemplos son la empresa D-Shape, a la cual la alcaldía de Nueva York le encargó la restauración de las construcciones de la zona costera, y todo esto utilizando sus maquinarias para, literalmente, imprimir los edificios. La NASA es otro de los grandes jugadores que ya apostó una buena cantidad de recursos para el desarrollo de impresoras que puedan operar desde el espacio y así acelerar su conquista. La medicina no es un sector que se salve de esta tecnología disruptiva. Es muy recomendable ver la charla TED de Anthony Atala en la que describe como él y su equipo lograron implantar un riñón? ¡100% impreso!

El área que está teniendo mayor impacto la impresión 3D hoy en día es la del diseño personalizado. Si el diseñador o, lo que es aún más interesante, el consumidor desea modificar algún aspecto del producto, esto no lleva a un aumento en los costos ya que las impresoras no dependen de ninguna matriz para poder producirlo. Lo que es más deslumbrante aún es que estas tecnologías pueden generar objetos con formas increíblemente retorcidas, que mediante los procesos tradicionales no eran posibles de llevar a cabo, quebrando así cualquier límite impuesto al imaginario del diseñador/consumidor.

Ahora bien, no todo es color de rosas. Si bien la impresión 3D promete ser una veta revolucionaria, aún tiene puntos débiles por superar para poder lograr imponerse como la vanguardia de la producción. Por ahora, el factor principal es el de los altos costos que tienen tanto los equipos de impresoras como el de los materiales. En la ciudad de Buenos Aires se puede encontrar el 3D Lab Fab & Café, donde media hora de impresión cuesta unos $ 50, pero este tiempo sólo permite obtener productos del tamaño de un anillo.

Otro de los límites es la disponibilidad de distintos tipos de materiales. Los más comunes son las resinas, ya que la impresión en metal o en vidrio eleva exponencialmente los costos y la disponibilidad de las impresoras que trabajan con estos insumos es limitada. Si bien se cree que no estamos a muchos años de poder pasar a imprimir productos complejos como podría ser un smartphone, sí estamos a una gran distancia de poder imprimirlo enteramente.

Esto significa que en el mediano plazo va a ser difícil imprimir, por ejemplo, un iPhone de manera compacta, pero sí puede ser posible que se impriman distintas partes por separado para luego ser ensamblado. Aún así va a ser difícil que estas máquinas puedan generar productos muy complejos, como los microprocesadores que estos smartphones llevan consigo. Hay quienes ven a esta tecnología como el nacimiento de Skynet, la empresa de robots que termina destruyendo al mundo en donde las máquinas se diseñan y construyen a sí mismas en la taquillera Terminator. Esta idea tiene todo sentido, ya que si las impresoras 3D parecen no tener techo en el alcance de su producción por qué estas no podrían hacer una copia de sí mismas. ¡La respuesta es que sí pueden! Existen las impresoras RipRap, las cuales tienen la capacidad de hacer un clon de sí mismas.

Esto lleva a pensar que hasta el mercado de impresoras 3D puede romper con el esquema tradicional de producción y venta, al permitirle a las personas simplemente pedirle a un conocido que tenga una, que haga una copia de ella para él. Cuando el Tío Ben le dijo al joven Peter Parker “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad” le faltó decir “y tiempo”.

Si bien los profesores de Singularity University aman hablar de que los cambios en materia tecnológica se vienen dando en forma exponencial, recién estamos viendo la punta del iceberg de esta nueva tendencia en la cual parece que vamos hacia una economía open source en donde el intermediario desaparece y la relación comercial pasa a ser directamente entre productor y consumidor. Aún no se puede ver totalmente en la práctica, pero la impresión 3D apunta hacia ese camino, a posibilitar que los diseñadores ofrezcan directamente sus productos a los consumidores y estos, a su vez, puedan modificarlos para adaptarlos al uso particular que se les quiera dar.

La impresión 3D está generando un terreno fértil para la innovación y es un tren en el cual los emprendedores deberían subirse siguiendo el ejemplo de las empresas Trimaker o Kikai Labs, dos firmas argentinas que se dedican a producir impresoras 3D totalmente argentas.

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