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Hacia un acuerdo energético sustentable

Políticas de Estado

13 noviembre de 2013

(Columna de Sebastián Schiemberg, economista y especialista en energía de la Fundación Pensar)

Ya pasó un hito clave para el funcionamiento del país: las elecciones de medio término. Lo que sirve para volver a la carga sobre los “temas pendientes”. Sin dudas, el energético es uno de los grandes temas. Ya despojados de la presión política, los futuros candidatos presidenciables deberán ser muy claros a la hora de establecer su diagnóstico y recomendaciones de política. No obstante, existe un dilema serio en “confesar” que la situación no se resolverá mágicamente, y que parte del problema requiere de aumentos significativos en las tarifas.

Si analizamos los datos más recientes disponibles, a partir de información de la Agencia Americana de la Energía (que llegan hasta el 2011), vemos que mientras la economía creció a una tasa del 4,1% anual en los últimos veinte años, la oferta energética lo hizo al 2,6%. Pero poniendo foco en la última década, en que el PIB aumentó 5,5% anual, la oferta energética se mantuvo casi invariable -0,3%-, mientras que las importaciones subieron la escalofriante cifra del 20% acumulado anual.

Cuadro 1. Evolución de la Oferta y Demanda energética. En millones de TEP y %

(1) Hace referencia al uso como materia prima, ejemplo petroquímica

Fuente: Ing. Carlos Bondoni en base a EIA

Como puede apreciarse, la demanda de energía de la industria pasó de un crecimiento del 5,8% en el período 1991-2001 a tan sólo 1,2% en 2001-2011, mientras el mayor impulso vino dado por el incremento del consumo residencial, a una tasa del 3,3%. La escasez energética también se manifiesta en la última década por el leve incremento del uso energético para las industrias más energointensivas, como la química, petroquímica y siderúrgica, que son las más afectadas en los últimos inviernos cuando hay que abastecer al sector residencial con gas natural importado, y entonces sufren los cortes de servicio (no siempre revelados en la estadística oficial). El pobre desempeño energético reciente está a la vista en estos simples números agregados.

Como condimento de este menú hay una discusión paralela que tiene que ver con el rol del Estado, que ha venido incrementando su participación en la oferta simplemente por el hecho de que es el responsable último de brindar los servicios energéticos a sus ciudadanos. De este modo, si observamos la rentabilidad sobre el patrimonio que han tenido los sectores de generación, distribución y transporte eléctrico en la última década comprendemos el por qué de este traspaso de atribuciones.

De los datos de rentabilidad, elaborados por Endesa en base a más de 1.000 balances de 84 empresas, expuestos en el Cuadro 2 puede concluirse el porqué del aumento más reciente de la participación del Estado en la actividad empresarial, y cómo en el agregado la oferta creció menos que en la década anterior. Los valores negativos del segundo período están asociados al congelamiento tarifario, mientras que en el resto de la economía los precios (medidos por el índice de Precios Mayorista) se multiplicaron por cinco, y algo similar ocurría con el precio internacional del petróleo.

Cuadro 2. Rentabilidad sobre Patrimonio Empresas Eléctricas, por período

Fuente: Análisis de Rentabilidad del Sector Eléctrico. Período 1992-2012. Endesa

Como consecuencia de esta situación la oferta energética es menos confiable (medido por el número de cortes de servicio), aunque los consumidores se benefician con tarifas que son entre un quinto y un décimo de los valores promedios en electricidad y gas por redes respecto de las que abonan nuestros vecinos de Chile, Brasil y Uruguay. Pero si algo aprendimos los economistas es que no hay “comida gratis”, y la descapitalización está provocando costos cada vez mayores de suministro, y con una inequidad territorial creciente (a mayor distancia de GBA, mayores son las tarifas). Si bien es esperable que el aumento de tarifas mejore los incentivos para la inversión privada, también dará señales inequívocas para reducir el derroche de consumo. Fuera de discusión, el nuevo marco regulatorio deberá proteger de este reacomodamiento de precios de la energía a los sectores más vulnerables.

La estrategia de focalización de este subsidio deberá ser tan importante como la modalidad de su aplicación. En ese sentido, el cruce de datos tributarios y censales pareciera tener poco margen para errar en la identificación de consumidores a resguardar, quienes deberán tener garantizados los niveles de consumo energético básicos a precios similares a los actuales. Por un lado, habrá que ir pensando en reemplazar el subsidio de gasto en combustible (operativo) por otro que permita un recambio en el equipamiento (de capital), de modo de optimizar los patrones de consumo en función de las capacidades y los picos de consumo (asociados a costo y precios mayores).

Por otra parte será necesario que, mismo en los hogares más humildes, se internalicen cambios de hábitos en el consumo. Pasado el umbral energético requerido, según la región que se habite, la tarifa de energía deberá reflejar su verdadero costo para todos los usuarios, a través de un ajuste gradual. El nuevo esquema de precios y tarifas asociado a costos seguramente derivará en costos de suministro inferiores, con lo que el efecto final no será tan violento para los bolsillos de los consumidores, pero definitivamente requerirá de un cambio en los hábitos de consumo. Para que este nuevo esquema sea viable seguramente hará falta un gran acuerdo de políticas públicas entre los potenciables presidenciables, en el que se incluya el capítulo energético, y de este modo recuperar una visión estratégica que nos permita transitar el camino del desarrollo económico para las próximas décadas.

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