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Cómo restituir la confianza

Ante los crecientes desequilibrios

08 julio de 2013

(Columna de Luciana Díaaz Frers, directora del Programa de Política Fiscal de CIPPEC)

En los últimos años, la Argentina le demostró al mundo que podía seguir creciendo a pesar de la gravedad de la crisis 2001-2002. La producción disfrutó tasas “chinas” de crecimiento que rondaron el 9%. El desempleo, que resultaba difícil de bajar del 15% en los '90 y superó el 20% en lo peor de la crisis, se instaló por debajo del 10% desde fines de 2006. También hubo una gran mejora en la distribución del ingreso: mientras que en 2003 el 10% más rico de la población ganaba 17 veces lo que ganaba el 10% más pobre, ese múltiplo bajó a menos de 7 en 2012.

Dos importantes impulsores de esta mejora fueron la AUH y el otorgamiento de jubilaciones y pensiones a más del 90% de las mujeres mayores de 60 años y hombres mayores de 65, cuando antes apenas se cubría al 65% de esta población. La capacidad del Estado, manifestada en estas mejores prestaciones sociales y en una mayor capacidad de inversión, se vio retroalimentada por el crecimiento y los avances tecnológicos que permiten una presión tributaria récord.

Frente a estos logros, contrastan ciertas señales de desequilibrios, aparentemente crecientes. El más sorprendente quizás es eldéficit fiscal ?que empezó antes en algunas provincias? a pesar de que nunca se recaudó tanto. Y ya no es cuestión de culpar a las gestiones anteriores y el pago de los intereses de la deuda, cuya participación en el gasto es mucho menor que antes. Tampoco se puede responsabilizar a las provincias, ya que desde 2002 hubo una recentralización de los recursos en favor del Gobierno. El problema está en algunos rubros del gasto. Una mirada clásica desconfiaría, primero, del empleo público. Si bien es cierto que los puestos declarados por el sector público aumentaron 33% entre 2007 y 2012 mientras que los puestos declarados por el sector privado aumentaron sólo 14%, las remuneraciones del sector privado avanzaron más rápido que las del sector público. Hay que poner la lupa en los subsidios a energía y transporte, cuyo ascenso en el erario nacional y la filtración de subsidios a población de altos ingresos (concentrados en el centro del país y en algunas provincias del sur) amerita una revisión. Por supuesto, habrá que cuidar el impacto que ello tenga en la inflación.

La inflación es justamente otra variable en desequilibrio. Negarla es uno de los errores más graves. Para ponerle riendas a esta variable, es necesaria una mayor coordinación de la política fiscal con la política monetaria. Esto no supone enfriar la economía, sino darle sensatez y controlar la emisión monetaria a un nivel que no siga alimentando expectativas inflacionarias. La falta de confianza se trasluce en la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, o más evidentemente aún en la caída de reservas del Banco Central. En 2011 cayeron 11% y en 2012, aún con todas las barreras, 6,4%. La tendencia se aceleró este año: en la primera mitad de 2013, la reducción ya alcanza 11%.

Esquema integral

La confianza se puede restituir haciendo políticas consistentes y sostenibles. Poner todas las fichas en el consumo lleva rápidamente al desequilibrio en la balanza comercial. Por el contrario, para poner todas las energías en las exportaciones resulta necesario tener un nivel de competitividad que implica reducir salarios. Apostar todo al gasto público conduce al desplazamiento del sector privado y a un sesgo en la matriz de producción con mayor rigidez. Tampoco es necesario centrar todo el esfuerzo en atraer la inversión privada, cuyo horizonte temporal es muchas veces más corto que el cortoplacismo que se le achaca a las políticas públicas.

En la ruleta del crecimiento, donde el PIB es la suma del consumo, la inversión, el gasto público más las exportaciones menos las importaciones, la clave está en repartir las fichas sabiendo que las piezas están estrechamente interconectadas. En economía, pensar que el congelamiento de un precio simplemente frena ese precio y no tiene más efectos es no entender su funcionamiento.

La política económica es como las piezas del cubo mágico: mover una afecta a otras.

Por eso es importante coordinar las políticas monetaria, cambiaria y fiscal, y encauzarlas hacia un sendero de equilibrio. Con eso, se enfriarían las expectativas inflacionarias y volvería el atractivo de invertir en el país.

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