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Urbanización emergente

El desafío de hacer "ciudades buenas"

01 marzo de 2013

Las ciudades buenas no se diferencian de las malas por la simpatía de sus vecinos sino por la planificación efectiva. Así lo sostienen Mahmoud Mohieldin y Zoubida Allaoua, expertos del Banco Mundial (BM). La necesidad de una planificación es aún más urgente por el crecimiento reciente y esperado de la urbanización. En el mundo emergente, habrá 4.000 millones de personas viviendo en ciudades en el 2030 (el doble de las que había en los 2000).

¿Cómo hacer para reducir fenómenos asociados a la urbanización sin planificación como la falta de acceso a servicios públicos básicos (desde redes cloacales a viviendas dignas), vulnerabilidad antes inclemencias extremas de la naturaleza, excesiva polución o dificultades para transportarse? Un nuevo trabajo del BM ofrece varios consejos. La clave tiene tres variables: planear, conectar y financiar. Gran parte de la tarea, dice el trabajo, pasa por administrar el uso de la tierra y los incentivos.

“Al implementar sistemas eficaces de uso del suelo que vayan coordinados con la infraestructura, especialmente el transporte, las autoridades pueden ayudar a que las ciudades atraigan inversión privada, conecten a las personas con los puestos de trabajo, reduzcan los riesgos ambientales y sociales y disminuyan la vulnerabilidad a las catástrofes naturales”, dice el informe. Una oportunidad es que el crecimiento se dará en las megaciudades pero también en las secundarias, donde aún hay margen para planear su futuro como megaciudad.

Además de mejorar la calidad de vida, objetivo última de la política, apuntalan el crecimiento económico, permiten ampliar la recaudación distrital y apuntalar el mercado inmobiliario (y sus valores). Emitir deuda en moneda local es una de las estrategias recomendadas para financiarse.

“Manejar el proceso de urbanización a medida que va ocurriendo, en lugar de intentar arreglar las ciudades más tarde, es una oportunidad que los gobernantes de los países en desarrollo no se deberían dar el lujo de desperdiciar”, concluyen Mohieldin y Allaoua.

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