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Inflación y default técnico

Dos temas para seguir de cerca en 2013.

21 diciembre de 2012

(Columna de Francisco Sánchez)

Si está leyendo esta columna es porqué el fin del mundo maya es un mito y entonces en 2013 vamos a tener que preocuparnos por: el riesgo del default técnico, las paritarias (o inflación por puja distributiva), la inflación monetaria, la intolerancia política al estancamiento... Para 2013, la mayoría de los economistas esperan alguna recuperación de la economía, que crecería alrededor de 2% a 3%. Unos pocos, muy optimistas, esperan 5% de crecimiento real (Miguel Bein). Otros pocos, muy pesimistas, esperan una caída en la actividad (Marcos Buscaglia de Merrill Lynch). Pero, hay consenso en que un motor de oferta (la súper cosecha) y otro de demanda (la recuperación del crecimiento en Brasil) van a empujar a una recuperación suave. El asunto es que cuando uno presiona un poco a algunos de los economistas del consenso, el optimismo tiene más de cautela que de entusiasmo.

Es que los riesgos que enfrenta el escenario base son importantes y dos desvíos sobresalen: el default y la inflación. La Argentina enfrenta el curioso escenario del default técnico con capacidad y voluntad de pago casi intactas. Aunque ganamos tiempo, está pendiente el fallo de la Cámara acerca de 1) cuál es el remedio adecuado para la violación del principio de tratamiento igualitario de los acreedores y 2) hasta dónde llega el impacto a las terceras partes involucradas. Aún a los abogados expertos les cuesta hacer un pronóstico del fallo. Y todavía se puede recurrir a la Corte Suprema comprando algo más de tiempo. Pero existe una probabilidad significativa que en algún momento del 2013 la Argentina tenga que elegir entre pagar a los fondos buitres o desobedecer una orden de una corte de los EE.UU. Si la Argentina eligiera no pagar (es algo temerario decirlo pero parece hoy el escenario más probable) entonces sería difícil evitar un default técnico (habría que conseguir súper mayorías para cambiar los términos de los bonos emitidos durante el canje).

La visión de que un default técnico no nos afectaría porque ya vivimos con lo nuestro es, lamentablemente, falsa. Por lo pronto, la economía tiene bastante financiamiento vía el comercio exterior y entre compañías (incluyendo bancos) que sufriría y forzaría un desapalancamiento aún mayor. Así, vía el canal financiero, un default técnico podría matar la recuperación débil que el consenso de los economistas pronostica.

El riesgo inflacionario

La aceleración inflacionaria es otro de los riesgos que la economía enfrenta en 2013. Curiosamente, economistas heterodoxos y ortodoxos coinciden en el riesgo aunque difieren en las causas posibles. Para los heterodoxos, la fractura de la CGT disminuye la probabilidad de coordinación salarial (“si durante la recesión de 2009 y con una CGT el salario real aumentó, imaginate ahora...”). La inflación por puja distributiva es el diagnóstico y la amenaza. Para los ortodoxos, la política monetaria del Banco Central, con una monetización creciente del déficit fiscal, arriesga una mayor inflación: ya sea transfiriendo las ganancias del BCRA al Tesoro, ya sea prestando directamente con una nueva Carta Orgánica mucho más laxa, la autoridad monetaria está tirando cada vez más pesos al mercado que la gente no quiere. El exceso de oferta de pesos que se ve con claridad en la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, la demanda reprimida de dólares para el pago de dividendos o la retracción de oferta en el mercado inmobiliario como una forma de preservar capital a falta de dólares. El diagnóstico y la amenaza es ahora la típica inflación monetarista.

El costo político de la inflación está aumentando. Hasta 2012, la inflación fue un problema macroecónomico (por las complicaciones que creaba en la administración cambiaria) pero no un problema distributivo (porqué en general el salario siempre le ganó a la suba de precios). Sin embargo, el mercado de trabajo perdió dinamismo y la economía genera menos empleo cuando crece... si es que crece. Y cada vez cuesta más evitar que la inflación licúe poder adquisitivo ya sea directamente o indirectamente a través del “pago” del impuesto inflacionario.

Una de las víctimas del estancamiento económico de 2012 fue la enorme popularidad de la Presidenta Kirchner, que bajó del 68% de imagen positiva a fines de diciembre de 2011 a algo menos de 40% al mes pasado según los datos de Poliarquía. Aunque es cierto que hasta ahora nadie en la oposición capitalizó lo que CFK perdió, la licuación de capital político vino acompañada ?¿en parte causada por?? el giro del “nunca menos” al “vamos por todo”. El fin del pragmatismo nestorista, arriesgan algunos analistas políticos. La hipótesis de que cierta retórica y práctica oficialista tienen efectos negativos en la inversión no se puede descartar. Las dificultades de YPF, aún no completamente salvadas, para colocar deuda o encontrar socios para explotar los recursos no convencionales de Vaca Muerta son uno de los tantos testimonios de los efectos indeseados de algunas políticas oficiales.

Es que todavía la economía argentina depende en buena medida del sector privado para invertir 13 a 15 puntos del PBI y no resulta evidente que los espíritus animales keynesianos estén dispuestos a apoyar con decisiones concretas a la política económica, más allá de la reinversión ocasional de algunas ganancias atrapadas por el corralito cambiario.

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