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El "bono demográfico" de Brasil

¿Lo está aprovechando?

23 noviembre de 2012

(Columna de Ramiro Albrieu, investigador del CEDES)

Brasil se encuentra en el “bono demográfico”. Esto significa que el grueso de su población se concentra en la población activa, que es aquella que genera la mayor brecha entre ingresos y gastos de la estructura etaria (no pasa lo mismo, claro, ni con los niños ni con los mayores). Se trata de un fenómeno transitorio: en las décadas próximas aquellos que hoy son adultos activos pasarán al grupo de los adultos pasivos, pero no habrá flujos similares desde los niños a los adultos. La caída de la tasa de natalidad y la extensión de la esperanza de vida de aquellos mayores a 60 años asegurará que la población irá envejeciendo, al punto de concentrar en los ancianos un cuarto de la población hacia 2050. ¿Cuáles son los efectos macroeconómicos de la transición demográfica?

Dos efectos deberían materializarse. El primero es que, si tomamos como referencia la hipótesis del ciclo de vida, las tasas de ahorro deberían aumentar. Ceteris paribus la tasa de inversión, ello implicaría un sesgo hacia el superávit comercial y a la exportación de capital. Ceteris paribus el saldo comercial, ello implicaría un boom de la inversión y tendremos el denominado “segundo dividendo” demográfico. De acuerdo a un reciente estudio de Banco Mundial, en Brasil aquellos con alta capacidad de ahorro son quienes tienen entre 30 y 55 años, y el share de esta clase de “altos ahorristas” en la población total explotó en los últimos años: si en 1985 apenas llegaba al 25% de la población, en 2015 será del 35% y la proporción se mantendrá alta por otros 20 años, para luego comenzar su descenso.

El segundo efecto se refiere a las cuentas fiscales: el “bono demográfico” ensancha las bases imponibles y alimenta la recaudación de impuestos, al tiempo que reduce los gastos asociados a los niños y a los adultos mayores. En definitiva, la demografía nos dice que el país vecino debería estar moviéndose hacia la frugalidad (tanto del sector privado como del sector público), lo cual a su vez le permitiría incrementar sensiblemente su riqueza y enfrentar con menor dramatismo que en otros países (e.g. en la Europa periférica) el envejecimiento poblacional en las próximas décadas.

El problema es que nada de esto está ocurriendo en Brasil. Por un lado, las tasas de ahorro, antes de aumentar, se han mantenido estables o incluso han disminuido en los últimos años. Ni el boom de términos de intercambio de los últimos años ha logrado revertir dicha dinámica. Las tasas de inversión no han llegado a superar el 20% del PIB y de todas maneras ha primado el déficit de cuenta corriente. Por otro lado, si bien la presión tributaria aumentó sensiblemente a la par de la transición demográfica, el resultado fiscal fue sistemáticamente deficitario. La apreciación cambiaria, la entrada de capitales y las altas tasas de interés, todos factores relacionados y propios del gobierno de Lula, están en el centro de la dinámica de bajo ahorro. Un esquema de gasto fiscal excesivamente centrado en los gastos financieros y con una fuerte participación de gastos preasignados ?principalmente de seguridad social? explica la tendencia al déficit fiscal.

No existe una única manera de administrar el “bono demográfico” y hay variedades de experiencias positivas y creativas que mencionar. Pero la generación de déficit gemelos, como está haciendo Brasil, no se encuentra en esa lista.

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