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Causas y soluciones de la "rebelión permanente"

Reseña de "La economía de la evasión"

21 noviembre de 2012

Quiénes evaden impuestos y por qué motivos son preguntas trascendentales que no tenían una respuesta precisa hasta la publicación de “Economía de la evasión. La rebelión permanente”, un libro que se ocupa de las múltiples dimensiones del problema de la evasión fiscal.

Luego de tres años de investigaciones de campo y experimentales, los economistas Victoria Giarrizzo y Santiago Chelala ingresan a lo más profundo del contribuyente y presentan un análisis completo del evasor argentino, los tipifican según los motivos íntimos que lo llevan a tomar la decisión individual de evadir sus impuestos y plantean un esquema de soluciones positivas que ayudarían a librar una batalla más amigable contra la informalidad Las conclusiones del libro se nutrieron de entrevistas a más de 7.500 contribuyentes y de la repetición de experimentos controlados, donde se analiza la forma en que los individuos toman sus decisiones fiscales y los cambios de comportamiento frente a la modificación de parámetros como los ingresos, los controles, las tasas, las penas recibidas, las bonificaciones y reconocimientos, las percepciones de corrupción, la vinculación con contribuyentes de diferente moral o la exposición pública de la condición de evasor o buen contribuyente, entre otras.

El análisis deriva en la tipificación de diez tipos de evasores, como el “evasor justiciero”, que con su acción pretende castigar al Gobierno; “el ambicioso”, que quiere más dinero para sí sin importar las consecuencias; “el intolerante”, que no soporta la complejidad del sistema tributario o “el sobreviviente”, que evade porque no podría subsistir en la economía formal. Para cada tipología de evasor se plantean medidas diferenciadas para alentar su cumplimiento.

El libro es un extenso repaso por cada uno de los motivos micro que alientan la evasión. No sería solo un problema de cultura tributaria como comúnmente suele entenderse. En el mapa moral, sólo el 15,1% de la población del país no tiene moral fiscal. No obstante, son frecuentes los “moralistas evasores”, contribuyentes que comprenden que pagar impuestos es una responsabilidad ciudadana, pero igual eligen no hacerlo. La existencia de “moralistas evasores” tiene su factor casual. Está vinculada a las percepciones de corrupción que prevalecen en la Argentina.

La mayoría de los contribuyentes revela que la corrupción afecta entre mucho y bastante su voluntad de pagar impuestos y dos de cada diez encuentran en la evasión la forma de castigar al Estado por sus ineficiencias. Así, aunque el pago de impuestos es una decisión individual, ese comportamiento está enmarcado en una “relación tributaria” entre el gobierno y sus ciudadanos. “No se combatirá la evasión sino mejora la honestidad, eficiencia, y transparencia de quienes tienen la responsabilidad de gobernar”, dicen los autores.

El libro detecta mediante encuestas cómo en la Argentina prevalece la sensación de que el sistema tributario es inequitativo y que no hay reciprocidad entre lo que se paga y lo que se recibe. Eso provoca que la evasión esté arraigada y justificada, y no incida en la reputación social. La sociedad argentina no castiga con rigor la reputación del evasor e incluso puede solidarizarse con él cuando es penado por las autoridades.

Por eso, “las políticas para afectar la reputación de los contribuyentes no tendrán un impacto relevante hasta que no se construya la función de reputación fiscal en la Argentina. Una tarea difícil en una sociedad donde la evasión está institucionalizada, y los mercados informales están a la vista de todos”, explican los autores. Los intentos por combatir la evasión con el tiempo derivaron en un caudal de medidas y acciones que van desde controles más estrictos, castigos más severos, sistemas de cobro sofisticados o el fomento de la educación tributaria.

Pero los resultados fueron insuficientes. Un tercio de la economía es informal y el país se encuentra entre las naciones con mayor evasión del mundo. Así, tras décadas en las cuales controlar y castigar fue la base de las políticas para combatir la evasión, la falta de resultados pone en evidencia la necesidad de complementarlas con métodos más amigables. Los autores proponen complementar el actual esquema de controles y castigos por uno de controles, castigos y premios, donde además de desalentar la evasión se aliente el cumplimiento. “El buen comportamiento fiscal no es una habilidad, es un valor y una acción que los gobiernos deben alimentar”, dicen los autores.

El libro termina con una serie de propuestas y estímulos que podrían empujar a miles de contribuyentes a cumplir mejor los impuestos. Los organismos controladores tienen que amigarse con los contribuyentes, mejorar el trato que les da, reconocer su esfuerzo y ser más pacientes y tolerantes en la provisión de información. Los directores de esos organismos deben interactuar, acompañar y educar. A su vez, políticas antievasión más eficientes se pueden lograr adecuándolas a los diferentes tipos de evasores. Hay medidas generales, como un sistema tributario más justo, equitativo o el fomento a la educación fiscal.

Pero hay muchas acciones específicas que los gobiernos pueden aplicar para inducir el pago de forma más amistosa y sin coerción. Desde promover el día del buen contribuyentes con beneficios para todos durante ese día, hasta crear consultorios fiscales públicos, aplicar sistemas de scoring fiscal con recompensas útiles para los buenos pagadores o, incluso, cambiar la palabra 'impuestos' por otras como 'contribuciones' u 'obligaciones ciudadanas'.

Bajo la consigna “un buen contribuyente requiere un buen gobierno”, los autores concluyen que si se comienzan a implementar todos los cambios necesarios que se desprenden del estudio del comportamiento fiscal individual, “quizás, en algún futuro no tan lejano suceda lo que hoy parece difícil, y nos encontremos con que pagar impuestos dejó de ser una carga para convertirse en un comportamiento generalizado, solidario y cooperativo”.

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