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La cuenta regresiva para 2013

Inflación y financiamiento, dos desafíos importantes.

19 septiembre de 2012

(Columna del economista Rodrigo Alvarez Litre, socio y director de Analytica)

Falta poco más de un año para las próximas elecciones legislativas pero la cuenta regresiva ya está en marcha. Lógicamente, el Gobierno sabe que la economía es clave para alcanzar una buena elección y procura que llegue a un elevado ritmo de crecimiento en octubre de 2013. A diferencia de los que sucedía hace algunos meses, hoy existe consenso en que el segundo semestre está siendo mejor que el primero y que la aceleración se mantendrá el año próximo. Lejos de los pronósticos recesivos, el PIB crecerá alrededor de 2,5% este año y 4% el próximo.

El mayor optimismo se asienta, básicamente, en las cuestiones que veníamos planteando desde julio. Concretamente, el impacto de las subas salariales alcanzadas en paritarias y la política de ingresos que despliega el Gobierno Nacional. Los aumentos a jubilados y pensionados y en las asignaciones familiares son recursos que el Estado Nacional indirectamente termina volcando al consumo.

En el frente de la oferta, el balance es todavía negativo. La inversión se está reactivando lentamente luego de los cimbronazos que se produjeron en el segundo trimestre del año. El Gobierno, con estilo propio, trata de inyectar recursos mediante ?por ejemplo? los créditos para vivienda a tasa subsidiada con fondos de la Anses y la obligación para los bancos de volcar 5% de sus depósitos privados a créditos productivos. Pero difícilmente se logre una expansión del nivel de capital hundido en la economía en un contexto de retracción del aporte privado.

En la lógica del ciclo político, 2012 terminará siendo el año de la corrección que, en rigor, empezó el día después de la reelección de la Presidenta. Con el cepo a la compra de dólares para atesoramiento, el Gobierno barrió debajo de la alfombra el problema de la fuga de capitales. Claramente, uno de los principales riesgos para la sostenibilidad del “modelo”. En 2010 había elegido intervenir el BCRA para asegurarse el pago de los vencimientos de deuda en dólares y un tránsito despejado hasta las elecciones presidenciales.

En este set de política correctiva también figura la modificación de la Carta Orgánica del BCRA, la estatización parcial de YPF, el freno a las importaciones, la puja con los sindicatos para moderar la pauta de aumento salarial y la aceleración en el ritmo de suba en el tipo de cambio. Por el contrario, la anunciada quita selectiva de los subsidios terminó siendo mucho más modesta de lo que se esperaba. Aún representan 4% del PIB, a todas luces una cifra poco compatible con la “sintonía fina”.

El año próximo

Pero a diferencia de este año, el 2013 se presenta nuevamente bastante despejado. El agro aportará, de acuerdo a escenarios alternativos de precios, entre US$ 6.200 y 9.500 M adicionales a los ya generados este año. El impacto macroeconómico será significativo: representa un salto equivalente a 1,5- 2 puntos del PIB en forma directa. Más dólares comerciales y una carga de vencimientos de deuda menos abultada (alrededor de US$ 4.000 M menos) significan una mayor disponibilidad de dólares.

Si bien es muy poco probable que se relaje el cepo a la compra de dólares para ahorro, sí se debería permitir que las importaciones vuelvan a crecer. El daño autogenerado en los peores meses de este año fue demasiado elevado como para repetirlo. El Gobierno necesita que crezca la oferta tanto interna como externa porque la demanda estará muy estimulada.

En línea con un año electoral, se esperan fuertes subas en los salarios, en las jubilaciones y en las asignaciones familiares. Asimismo, sin alterativas de ahorro, una parte importante de los pesos “acorralados” se volcará a consumo e inversión. La inflación y las tasas reales negativas de interés siguen siendo un importante estímulo al gasto.

En igual sentido jugará un Brasil algo más dinámico, con una expansión que podría duplicar a la de 2012. El dato es clave para la industria argentina, que en los últimos años acentuó su dependencia con el socio mayor del Mercosur.

Que la economía vuelva a crecer a velocidad crucero es una buena noticia. Sin embargo, no deben perderse de vista algunos de los desafíos todavía pendientes. Elijo dos, a mi juicio, determinantes. El primero sigue siendo la inflación. Si en un año de importante desaceleración no se logró moderar el ritmo de suba de los precios, difícilmente esto se consiga con una aceleración de la demanda. La Argentina no puede competir a partir de salarios bajos, pero tampoco puede sostener sus mercados externos con el actual ritmo de suba de sus costos.

Otro, es el financiamiento del crecimiento. El Gobierno Nacional, por elección o imposición de la realidad, decidió no recurrir al endeudamiento externo. La falta de apalancamiento automáticamente reduce la capacidad de crecimiento potencial en el corto plazo. Vivir con lo nuestro diría Aldo Ferrer.

El problema es que desde la estatización parcial de YPF el crédito externo está muy limitado no sólo para el Gobierno Nacional sino también para las empresas. Grandes, medianas y pequeñas se suman a los distintos niveles de gobierno en la puja por fuentes de fondeo interno. Si bien existen recursos locales, todos sabemos que estos terminan siendo escasos en función de la magnitud de las necesidades de inversión y gasto que hoy tiene la Argentina. Sectores estratégicos como la infraestructura (transporte y comunicaciones) o la energía requieren importantes inyecciones de capital. Por caso, YPF puede recurrir al mercado de capitales interno por un tiempo, pero si quiere desarrollar su megaplán de inversiones tendrá que seducir al capital externo. Sería un error profundizar la absorción doméstica sin medir su impacto en otros potenciales tomadores de crédito, en forma directa o indirecta.

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