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¿Crecer sin acumular?

Las oportunidades perdidas de los últimos años.

11 julio de 2012

(Columna de opinión de Carlos Leyba)

Sumamos años de altas tasas de crecimiento. ¿Cuánto de ese crecimiento se ha convertido en más potencial de desarrollo? No abundan los números para una respuesta sólida aunque tenemos indicios suficientes para afirmar que no hemos hecho todo lo necesario y que mucho más hubiera sido posible. Sabemos de la gravosa herencia recibida y, también, que fue compensada por inusuales oportunidades. ¿Cuánto y en qué hemos acumulado o desacumulado? Un Informe de Naciones Unidas analiza la situación de veinte naciones en función de la gestión de tres tipos de activos: a) el “fabricado” o físico (maquinaria, edificios, infraestructura, etcétera); b) el “capital humano” (educación y habilidades), y c) el “capital natural” (tierra, bosques, combustibles fósiles y minerales) (1).

Valorizando y agregándolos, nos informa que EE.UU., en términos absolutos, encabeza la lista; duplica “la riqueza” de Japón que, a su vez, triplica el valor de los activos de China. Pero, por habitante, Japón supera a EE.UU. y ambos duplican a los desarrollados europeos. Tanto en Japón como en EE.UU. el 75% de la riqueza es “capital humano” y el capital “físico” ocupa el segundo lugar. La diferencia la marca Arabia Saudita donde el “capital natural” representa más del 50% de su riqueza. Otro activo es el “capital organización”: la calidad de las instituciones internas y de los vínculos con el resto del mundo.

¿Durante esta gestión cuánto del crecimiento se ha convertido en más producto potencial; es decir, en mejor futuro? En capital físico, es decir, la infraestructura (transporte, energía, etcétera), la Presidenta acusó un déficit grave. El stock de Maquinaria y Equipo por persona ocupada y a pesos constantes resultó en 2006 menor al de los años '90, y el total de capital por habitante sigue el mismo curso (INDEC). En cuatro años (2008/2011) la fuga de excedente fue de más de US$ 80.000 millones: una prueba de la debilidad de la inversión reproductiva.

En capital natural (por ejemplo, tierra, bosques o combustibles fósiles) tenemos problemas serios de “acumulación”: el manejo del agua, deforestación, monocultivo (soja) y la declinación de reservas de petróleo y gas. ¿Sumamos una actitud displicente sobre las posibles consecuencias del boom de la minería? Las oportunidades en la década para nuestro “capital natural” han sido únicas.

¿Hemos compensado su explotación reponiéndola o sumando capital físico o humano? Todo indica que no. La persistencia, por más de una década, de un elevado porcentaje de personas viviendo por debajo de la pobreza ha influido sobre la capacidad del sistema educativo. En la prueba PISA de lectura, entre 2000 y 2009, retrocedimos veinte puntos y fuimos últimos entre los latinoamericanos. No mejoró el capital humano.

Sí registramos un gran avance en “capital organización” por la continuidad democrática. Pero las diferencias económicas y sociales, entre las regiones, son una barrera material creciente al federalismo. Genera migración que no resuelve los problemas individuales y agiganta los problemas colectivos. Oportunidades y decisiones precisas nos hicieron crecer. Pero hay que descontar la fuga del excedente; el agotamiento de recursos; los magros resultados en la mejora de la estructura social y la persistencia del desequilibrio entre un centro rico y una periferia pobre, que se repite entre Buenos Aires y el interior, y en cada ciudad del país. Esos no son costos del crecimiento: son las fugas que erosionan el “capital global”.

¿Cuáles son las prioridades ignoradas? Lucha frontal contra la pobreza y la inequidad escandalosas; recuperar la capacidad del Estado para ofrecer bienes públicos de calidad; instalar condiciones para un shock de inversiones reproductivas; gestar una revolución educativa; instalar la racionalidad en la gestión de los recursos naturales y mejorar la calidad de nuestra organización para la federalización del progreso. El mundo nos augura oportunidades. En el horizonte interno no asoma el debate político para diseñar la Argentina deseada y posible, ni la voluntad de formular consensos y articular la concertación. Y eso que falta es lo indispensable para la gestión de largo plazo de los activos de la Nación. ¿Hasta cuándo podemos seguir creciendo sin acumular?

(1) The Economist, 29/06/2012.

(De la edición impresa)

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