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11 mayo de 2012

(Columna de opinión del politólogo Ezequiel Avila)

Las recientes palabras del vicepresidente uruguayo, Danilo Astori, han tenido su eco en varios círculos de líderes políticos y empresariales de la región por su vehemencia y también porque retrotraen la vieja polémica sobre la salud del Mercado Común del Sur. “El Mercosur pasa por el peor momento de su historia”, fue la frase que más resonó de una alocución en la cual se criticó con dureza, especialmente, la política comercial proteccionista de la Argentina.

La mayor o menor veracidad de esta sentencia se inscribe en una discusión más amplia acerca de si las integraciones económicas sirven para generar esquemas de ganar-ganar o, por lo contrario, son juegos de suma cero en las que rige la ley de supervivencia de los más fuertes. Pero también el tema ingresa en una agenda de discusión enfocada en el posible fortalecimiento del Eje Pacífico de Latinoamérica integrado por Chile, Perú, Colombia y México, y que desafía el liderazgo del bloque Mercosur + Venezuela.

Una simple mirada a los números del comercio parece dar la razón a las posturas de los socios menores como Uruguay. A los productos del país vecino se le dificulta cada vez más el ingreso a nuestro país. Las importaciones provenientes de Montevideo se redujeron 19,65% en abril, en comparación con el mismo mes del año anterior. Es evidente que el Mercosur enfrenta un momento difícil de su historia de 21 años, porque la controversia no se limita a una relación bilateral entre los dos países rioplatenses sino que también incluye al socio mayor: Brasil.

Las exportaciones de Brasil a la Argentina han caído 23% en abril, acumulando una disminución de 12% en el primer cuatrimestre de 2012, aunque no se han percibido aseveraciones sobre la defunción del Mercosur desde Itamaraty. Todo lo contrario, el canciller brasileño, Antonio Patriota, reconoció dificultades en la integración pero consideró que la respuesta ante los problemas del Mercosur es siempre “mais Mercosul”.

Yendo más en línea con la moderación brasileña que con la efervescencia rioplatense, valdría bien la pena matizar el dramatismo de vestiduras desgarradas y realizar una mirada algo más amplia que incluya las diversas vicisitudes que ha debido sortear este bloque regional en su corta existencia. En primer lugar debe decirse que no ha habido en los últimos diez años un golpe siquiera similar a aquella vertiginosa devaluación brasileña de 1999 y a la posterior crisis argentina de 2001, con su consecuente abandono del plan de convertibilidad.

El puñetazo a las ambiciones de integración y cooperación internacional entre los cuatro países fue de una intensidad difícil de igualar. Si partimos de ese estado de situación, todo lo que sobrevino debería leerse, al menos, como un lento, difícil y gradual camino de recuperación. A partir de la ocurrencia de aquellos lacerantes hitos de trascendencia económica, política y diplomática, nacía otra realidad marcadamente diferente a la que había dado origen al Mercosur de los años '90. La desconfianza, el encierro de cada uno en su caparazón, el sálvese quien pueda y el desensillar hasta que aclare, fueron las formas de procesar una amenaza a la muerte del bloque, que aún podía sostenerse porque en 1998 había llegado a su pico de 25% de exportaciones intrarregionales, avanzando con creces desde el 9% que se había verificado en 1990.

No obstante, es justo decir también que no ha habido una mejora sustancial del comercio intrarregional como aquel que tuvimos en 1998. En pocas palabras, el Mercosur no es ajeno a la experiencia de muchas economías latinoamericanas, en el sentido de que han logrado mejorar respecto a las crisis de fines de la década de los '90, pero que no pueden aún alcanzar mejoras similares a las de los buenos años de ese decenio, contando ahora con una realidad de espectaculares tasas de crecimiento económico.

Si comparamos los inicios de la década de los '90 con la actualidad, podremos ver que no sólo aumentó el comercio intrarregional sino que también creció el porcentaje de comercio entre los países miembros en cuanto producción industrial. Según un informe de la consultora abeceb, las exportaciones intrarregionales de bienes industrializados pasaron de 20% a 39,8% entre 1990 y 2008. Además, aun dentro de esos bienes, los de media tecnología pasaron del 27,4% al 51,5%, y los de alta tecnología del 25,8% al 41,8%.

Retornar a la época de oro de vínculo comercial puertas adentro que tuvo su pico en 1998 será una tarea difícil, sobre todo teniendo en cuenta el potencial comprador de China y la India; pero no deberíamos caer tampoco en sentencias demasiado extremas sobre una supuesta enfermedad terminal del Mercosur, al menos desde el punto de vista comercial. Un segundo punto a analizar es el aspecto institucional del bloque, y aquí si el síntoma es preocupante. En esta cuestión se encuentra el punto más débil de nuestro bloque regional. Es sumamente válido hacer una advertencia sobre los escasos avances en la formalización y estructuración de un sistema fuerte de órganos inter o supragubernamentales que detenten algún tipo de poder sobre los Estados Nacionales al momento de aplicar sanciones y torcer voluntades.

Hasta que no exista cesión de soberanía en determinados aspectos, la “raison d'Êtat” seguirá primando sobre cualquier disposición o interés supranacional. La incapacidad de resolver el conflicto de las papeleras en los Tribunales regionales fue un claro ejemplo de nuestra falta de mayoría de edad en estas lides. Por su parte, otra muestra de la debilidad institucional se observa en que más de la mitad de las normas establecidas en el marco del Mercosur no han sido ratificadas por los parlamentos de los países miembros, quedando todavía en estado incompleto cuestiones como la moneda única.

En síntesis, si bien desde lo comercial el Mercosur no transita por su mejor momento, tampoco puede decirse que estamos en una situación crítica como la sufrida luego de 1999 o en estado embrionario como la de 1990. Pero la debilidad institucional emerge como el talón de Aquiles, que exhibe cuentas pendientes a ser afrontadas en el mediano plazo. Hoy, cuestiones coyunturales como las trabas comerciales hacen resurgir los viejos debates. Sería provechoso que la discusión sirva para encaminar las soluciones institucionales en vez de ser sólo fuegos artificiosos que se apagan cuando lo comercial se encarrila otra vez. El Mercosur seguirá sufriendo de débiles poderes fácticos y alimentando una costumbre regional de atender cada uno su juego si la preocupación por el funcionamiento aceitado del engranaje comercial sigue anteponiéndose a los intentos de lograr una unidad política asentada en sólidos cimientos institucionales.

(De la edición impresa)

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