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Crisis europea

¿El fin de la austeridad?

27 abril de 2012

Angela Merkel, canciller de Alemania y líder de facto de la Unión Europea, está cada vez más aislada políticamente en la región. Hay tres fuerzas detrás de este aislamiento. La primera, es que la medicina ortodoxa que impone (Pacto Fiscal, para cumplir los postergados objetivos del Tratado de Maastricht, que incluye sanciones para los “fiscalmente rebeldes”; rechazo a los eurobonos y a un Banco Central Europeo más activo y políticas de austeridad fiscal para acceder a la asistencia financiera externa) no están funcionando y, además, es cada vez más difícil de aplicar. El caso holandés es sintomático: el primer ministro, Mark Rutte, renunció ante la imposibilidad de lograr el apoyo legislativo para el ajuste. Otros pacientes, como España y Grecia, han aceptado la medicina, pero no se sabe hasta cuándo.

Segundo, muchos le critican, aunque más no sea en voz baja, su escaso aporte para solucionar la crisis. Como decía Keynes, los países superavitarios tienden a pensar que no son parte del problema y que la solución está, entonces, sólo en los ajustes de los países deficitarios. La quema de banderas alemanas y las críticas a las imposiciones de Berlín son moneda corriente en las manifestaciones callejeras en Grecia. Quizás por eso no deba sorprender que, como reporta la agencia de noticias Reuters esta semana, se haya desplomado el flujo de turistas alemanes a Grecia en los últimos meses. Alemania tiene un amplio superávit de cuenta corriente (de más de 7 puntos del PIB), crecerá este año, tiene un desempleo bajísimo y no enfrenta problemas para acceder a los mercados de deuda.

Tercero, su principal aliado, Nicolás Sarkozy, hasta ahora presidente de la segunda economía más grande de la eurozona, tiene altas probabilidades de abandonar el Palacio del Elíseo tras las elecciones del 6 de mayo. Su sucesor, François Hollande, avisó que pateará el tablero. No es un socio menor: Francia es la segunda economía de la eurozona. Incluso, la oposición socialdemócrata en Alemania está apoyando las ideas de Hollande. “La rebelión contra la austeridad fiscal de Merkel crece en Europa”, escribió el diario español El País esta semana. ¿Cuánto hay de cierto en esto y, más importante aún, qué cambios traerá consigo?

¿De Merkozy a ??

Tras la victoria de Hollande, Merkel volvió defender la política de austeridad. “No estamos diciendo que el ahorro soluciona todos los problemas, pero todo el mundo sabe que no puedes gastar más de lo que recaudas. Sencillamente, no es sostenible”. Hollande, revestido de confianza por las urnas, manifestó su intención de discutir la estrategia teutona: casino pa natet “Merkel ha liderado Europa con Sarkozy y podemos ver los resultados. Si soy electo presidente, habrá un cambio en la mentalidad de la construcción europea”. Pero si bien parecen posiciones inflexibles, hay que tener en cuenta que Hollande sigue en campaña y no va a cambiar un discurso que, hasta ahora, le ha dado resultados. “Seré amigable, pero firme, con Merkel”, añadió.

Sin embargo, mirando hacia delante, hay motivos para creer que el funcional dúo Merkozy puede decantar en un dúo Merkollande también funcional, y no tan traumático como todos esperan.

Según Eurasia Group, la principal consultora en riesgo político del mundo, “la Victoria de Hollande, en sí misma, no llevará a un giro en la dirección en la forma en que se está manejando la crisis”. Hay varios motivos. Primero, Hollande sólo quiere incluir una cláusula de crecimiento en el Pacto Fiscal, lo que sería casi un trámite burocrático que a Berlín no le costaría ceder. Segundo, la pretensión de Hollande de cambiar el mandato del BCE, e incluir el crecimiento entre ellos, como tiene la Reserva Federal, no enfrentaría obstáculos en Alemania únicamente, sino en muchos países europeos. Tercero, y quizás más importante, Merkel está comenzando a cambiar su discurso y, por ende, habrá más incentivos para la cooperación que la confrontación. Esta semana, Merkel (al igual que el capo del BCE, Mario Draghi) dijo que podría incluir una cláusula de crecimiento. Es un dato importante: es una admisión de que Alemania está sintiendo la presión, aunque esto no significa que cederá.

Debate de ideas

Para Hollande es “un cambio menor”. Es que hay una diferencia en cómo estimular el crecimiento: mientras los franceses, entre otros, creen en los estímulos fiscales, para los alemanes (fieles a los que a ellos les sirvió), todo consiste en mejorar la competitividad y encarar las llamadas “reformas estructurales”. El presidente del Gobierno español, a quien podría considerarse entre los más afectados por la austeridad, salió a defender a su par alemana diciendo que “la austeridad no es de Merkel, es de toda la UE”. El clivaje antialemán no es entre los países que sufren más y los que sufren menos por el actual combo de políticas. También hay cuestiones ideológicas sobre cómo estimular el crecimiento. Y precisamente por allí pasará el debate en las próximas semanas.

“Necesitamos crecimiento pero sostenible. No hay que pensar sólo en estímulos que sólo agrandan la deuda y el déficit”, explicó Merkel. En términos económicos, los alemanes son inflexibles. Como dijo recientemente Mario Monti en una entrevista a The Wall Street Journal, “para los alemanes, la economía es una extensión de la filosofía de la moral. Para ellos hay una fuerte correlación entre la virtud moral del comportamiento económico y el buen o mal desempeño de la economía de un país”.

El descontento con la austeridad está creciendo, ya no sólo entre los ciudadanos de a pie, sino también en algunos líderes políticos. Tampoco hay que exagerar: no son todos, tal como lo demuestra la frase de Rajoy. Es de esperar, entonces, que haya un intenso debate en las próximas semanas, y meses, sobre cómo recuperar el crecimiento. Es un debate bien venido: Europa es la única región del mundo que sigue en recesión y la única que, potencialmente, puede descarrillar la marcha de la economía global este año y llevarla a un escenario complicado y nuevamente traumático. Como en todos los debates acalorados entre políticos, es deseable que éste conduzca a más coordinación y no a una mayor confrontación.

(De la edición impresa)

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