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La desdolarización

El nuevo orden global.

22 marzo de 2012

(Artículo de la economista Analía Gómez Vidal)

El orden internacional está en proceso de cambio. La hegemonía occidental está en duda desde la crisis internacional de 2008 y el predominio que Estados Unidos logró mantener en el escenario geopolítico ya no se sostiene con la misma fuerza. Como contraparte, el crecimiento de China, afectado por la coyuntura internacional pero aún firme, junto con la creciente participación de la potencia asiática en el ámbito internacional obligan a plantearse qué depara el corto y mediano plazos, mientras muchos teorizan sobre la contundencia de la hegemonía china a partir de la próxima década. Desde las bases económicas del régimen internacional, la arquitectura financiera y el intercambio comercial parecerían confirmar este proceso de cambio.

Si bien el principal afectado ante estas circunstancias, el dólar, parece no haber generado desconfianza en el mercado, evidenciado en la caída de las tasas de interés, gran parte de los países emergentes han comenzado la desdolarización de sus negociaciones comerciales. En principio, esto puede deberse a la especulación ante la los costos de transacciones en dólares, o por las oportunidades que pudo representar la crisis para el resto de los países desarrollados y emergentes, con la posibilidad de aumentar su preponderancia internacional. El caso más resonante y paradigmático es el de China, que busca abiertamente posicionar su moneda, el yuan, en el mercado financiero internacional y denominar todas sus operaciones comerciales en yuanes. Este propósito quedó claro recién a comienzos de 2011, año en el que el G-20 aprobó la inclusión del yuan en la canasta de divisas de referencia del FMI, como alternativa al dólar.

Desde entonces, se firmaron una serie de acuerdos bilaterales y multilaterales que concertaron el intercambio comercial de China con sus socios en monedas locales, para evitar el costo que implicaba el uso del dólar en dichas operaciones y el impacto de la volatilidad ante el escenario de gran incertidumbre. Entre estos acuerdos, aquellos que pueden ser considerados como los más importantes son el firmado con Japón, en la última tima semana de 2011 y la Declaración de Sanya, firmada por los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con la intención de concretar el intercambio comercial en las monedas locales de dichos países emergentes.

Según Luciano Cohan, economista jefe de Elypsis, esta clase de acuerdos no estarían destinados exclusivamente a desdolarizar las economías, sino “a la construcción de redes de protección financiera global, como contrapartida a la pobre respuesta de los organismos multilaterales durante la crisis”. De esta manera, argumenta Cohan, el objetivo sería facilitar el acceso a financiamiento contingente en caso de crisis. Mientras tanto, los países emergentes continúan con la tendencia a desdolarizar sus transacciones, por ejemplo, al establecer el comercio bilateral de recursos estratégicos, como el petróleo, en monedas locales.

Así, Rusia, China e India han sido protagonistas de esta clase de acuerdos con Irán para desdolarizar el comercio de petróleo. Mientras China busca posicionar su moneda e incrementar su importancia en el escenario geopolítico, América Latina fue precursora en el proceso de desdolarización por la necesidad imperante de proteger las economías de la crisis de 2008. Incluso, en algunos casos, las experiencias fueron más cercanas a la regionalización monetaria. Según Cohan, “el objetivo de estos acuerdos tiene más que ver con reducir los costos de transacción que con desdolarizar la economía en el sentido financiero”.

América Latina

La primera experiencia de desdolarización del intercambio comercial en la región se llamó Sistema Unitario de Compensación Regional (SUCRE). Esta unidad de cuenta fue adoptada por los miembros de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) junto a Ecuador, en un acuerdo firmado en noviembre de 2008, con una tasa de cambio igual a U$S 1,25 para el comercio interregional. Ecuador y los miembros del ALBA (entre los que se cuentan Venezuela, Bolivia y Cuba) comenzaron así el proceso, cuya concreción se consiguió en 2010, con la entrada en vigencia del SUCRE.

El primer intercambio comercial se concretó entre Venezuela y Ecuador, en el cual se negociaron 5.430 toneladas de arroz desde Ecuador, por un monto total de 1.894.015 sucres. Luego, en octubre de 2010, Bolivia concretó su primera exportación de 5.000 toneladas de aceite de soja a Venezuela por el total de 4,64 millones de Sucres. Por otra parte, el sur de la región también ha colaborado en el proceso de desdolarización. Además de la participación de Brasil en el bloque emergente más prometedor y su acuerdo de multilateralismo monetario, el resto de las economías de la región han presentado procesos de desdolarización tanto en lo comercial como en el sistema bancario desde la década del 2000, como es el caso de Bolivia, Perú y Paraguay.

Si bien la Unión de las Naciones Suramericanas (UNASUR) ha considerado, desde 2010, la creación de una moneda única siguiendo la experiencia europea del euro, aún esto no ha presentado mayores avances. Esto se debe a la oposición de algunos países, especialmente Brasil, cuyos expertos acusan al proyecto de desfavorecer la economía del Gigante del Sur. En paralelo, la región latinoamericana se ha mantenido activa en la firma y puesta en marcha de acuerdos bilaterales para el intercambio comercial en monedas locales. Uno de los acuerdos más importantes en América Latina ha sido la implementación del Sistema de Pagos en Monedas Locales (SML), impulsado por Brasil y la Argentina desde fines de 2008.

A partir de este mecanismo, se aseguran el intercambio de productos brasileños y argentinos concretadas en monedas locales. Desde su aplicación, las exportaciones brasileñas han aumentado. Según datos publicados por el Banco Central y el Ministerio de Desarrollo de Brasil, entre enero y octubre de 2011, las exportaciones de dicho país protagonizaron un incremento del 40%. Sin embargo, las importaciones provenientes de la Argentina en moneda local han caído 20% en el mismo período. Esto se debe, en parte, a la desconfianza que puede existir respecto a la estabilidad de las monedas de ambos países, y a la poca movilidad de capital que permite este sistema a los exportadores involucrados.

Más allá de estas posibles desventajas, el SML parece ser una herramienta de creciente uso y que permite a las pequeñas y medianas empresas ser partícipes del intercambio comercial con menores costos financieros. Ante el desarrollo de dicha experiencia, el SML también fue promovido como sistema de pago para las negociaciones comerciales en el marco del Mercosur al año siguiente. Aun así, los acuerdos bilaterales y multilaterales siguen siendo las herramientas más utilizadas en la región. El caso más reciente es la voluntad de acuerdo establecida por Uruguay y la Argentina la semana pasada, mediante la cual ambos países concretarían intercambios comerciales en monedas locales bajo el SML.

Sin embargo, en términos macroeconómicos, afirma Luciano Cohan, estos acuerdos no han tenido gran impacto todavía. En el escenario geopolítico posterior a la crisis de 2008, la hegemonía estadounidense y europea ya no se confirman de manera indiscutida, mientras rotan los ejes de preponderancia hacia los países emergentes. Este paulatino cambio de roles empieza a entreverse en las negociaciones comerciales, que se alejan del dólar para independizarse monetariamente en el ámbito internacional. Ante este panorama, es difícil dilucidar si la tendencia continuará hasta desarrollar regionalismos monetarios, ante la evidencia de experiencias cuyo éxito no es una certeza, como el euro.

Por lo pronto, y luego de los últimos años de inestabilidad financiera, el objetivo de desdolarización promovido por las economías emergentes y, en especial, por América Latina, parece afianzarse por dos motivos principales: el fortalecimiento de la red financiera internacional, y la disminución de los costos de transacción en el intercambio comercial.

(De la edición impresa)

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