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Dilma, contra la recesión

Estímula, la nueva palabra de moda.

21 diciembre de 2011

Las playas de Río de Janeiro ya están colmadas de turistas a la espera del Réveillon. Una  habitación en un hotel de lujo frente al mar de Ipanema arranca en 1.000 dólares la noche. Y los restaurantes ya preparan sus menús para la ocasión con los precios debidamente ajustados. La fiebre consumista del fin de año es un fenómeno tradicional para la segunda fiesta más importante del país después del Carnaval; menos normal es que 2012 aparezca como un año plagado de incertidumbre para Brasil, que tras los años “dorados” de Lula ya se ubica como la sexta potencia económica mundial.

La desaceleración sufrida por la economía brasileña en los últimos meses es muy real: las cifras del tercer trimestre muestran un PIB con crecimiento cero y una demanda interna ya en fase de contracción, con lo cual al menos técnicamente el país está a las puertas de una recesión. La producción industrial cayó más de 2% en octubre, afectada por las malas noticias que llegan de Europa y Estados Unidos. Y las ventas de autos, que el año pasado crecían a un ritmo de 30%, han disminuido en los últimos dos meses. Incluso la inflación, que tuvo picos del 7,3 % este año, ya ha comenzado a desacelerarse en octubre.

De acuerdo con las estimaciones del banco UBS, la economía terminará 2011 con un crecimiento de 2,8%, casi la mitad de lo que pronosticaba el Gobierno a principios de año. “Para que el crecimiento del PIB se ubique por encima del 3% ciento el próximo año, se necesitará de mucho estímulo”, comentan los economistas del banco de inversión en un informe reciente. Estímulo ha pasado a ser, pues, la palabra clave para el Gobierno de Dilma Rousseff, quien ocupó la primera parte de su primer año en el Palacio de Planalto más preocupada por la inflación. Quizá quien

observó antes que nadie esta necesidad de cambiar de marcha fue el propio Banco Central, que empezó a bajar las tasas de interés en agosto, sorprendiendo a casi todos los economistas y adelantándose a otros mercados emergentes en su estrategia de protección frente a los vaivenes europeos.

Alexandre Tombini, en su primer año como presidente de la autoridad monetaria brasileña, ya redujo la Selic en tres ocasiones hasta llevarla al 11% y las expectativas son que durante 2012 las tasas sigan cuesta abajo. Es cierto que la agresividad de Tombini también estuvo alentada por los pedidos explícitos de Dilma, quien no dudó en pedir en público recortes de tasas, dañando en parte la credibilidad de la autoridad monetaria brasileña. El ministro de Economía, Guido Mantega, también ha comenzado a desandar alguna de las medidas implementadas en los últimos años para evitar que el real siga apreciándose vía entrada de capitales, incluyendo la eliminación

de impuestos a los extranjeros que operen con acciones y una rebaja de impuestos por casi 3.000 millones de reales. También se habla de posibles incentivos para la compra de autos.

Mantega todavía espera que la economía repunte hacia la segunda parte de 2012, para terminar el año con un crecimiento de entre 4 y 5%, por encima de las previsiones del Fondo Monetario Internacional. La reciente debilidad del real, que pasó el invierno amagando con apreciarse por abajo de 1,50 por dólar, ayudará a contener en parte el impacto negativo que las importaciones están teniendo sobrealgunos sectores como la industria del acero y del papel. Para la Argentina la desaceleración de su principal socio comercial impacta no sólo por una previsible reducción en sus importaciones y el menor flujo de turistas paseando por las calles porteñas; también por las posibles restricciones comerciales que puedan imponerse en momentos de vacas flacas.

Dilma y sus 39 ministros

Dilma también tendrá que ajustar su coalición de gobierno luego de varias sacudidas durante su primer año de gestión. Con la renuncia de su ministro de Trabajo, Carlos Lupi, a principios de mes, la Presidenta perdió seis ministros sospechados de corrupción. Semejante movimiento de funcionarios hablaría de un gobierno debilitado, incluso para Brasil, que cuenta con 39 carteras

incluyendo las secretarías y organismos con rango ministerial. La paradoja es que varios de los

ministros sospechados habían llegado al gobierno de la mano del ex presidente Lula, por lo que la

opinión pública más que culpar a Dilma vio con buenos ojos que se vaya desprendiendo de la herencia dejada por su antecesor. Se especula pues con una “reorganización” en el gabinete que podría ocurrir a principios de 2012, después de que Dilma retorne de sus vacaciones navideñas.

Los posicionamientos en vistas a las elecciones municipales de octubre también impulsan esa idea de recambio. El desafío en 2012 para la ex jefa de gabinete de Lula es, pues, importante y la falta de una resolución a la crisis europea aparece como principal factor de riesgo. El Gobierno ha reaccionado rápido temiendo lo peor. Queda por ver si el próximo año los estímulos surgen efecto.

(De la edición impresa)

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