El Economista - 70 años
Versión digital

jue 28 Mar

BUE 26°C

Las dos razones del cambio

¿Por convicción o por crisis?

16 noviembre de 2011

(Artículo del economista Jorge Ingaramo)

Se aceleró la fuga de capitales y el Gobierno Nacional impuso rígidos controles a la compra de divisas. Los problemas de instrumentación demostraron que cualquier medida apresurada, para no quedarse sin reservas, siempre será complementada con otras que, pretendiendo corregir errores, seguramente terminarán profundizando aún más los controles e incrementando la tasa de devaluación esperada. Los resultados de la primera semana de implementación demuestran que los inconvenientes para los “buenos” superan con creces al desaliento para los “malos”. Y eso que estamos apenas en el segundo mes de vacas flacas (noviembre). Puede demostrarse que, normalmente, de abril-septiembre tienen en promedio U$S 2.000 M más de ingresos por exportaciones que los seis restantes. O sea U$S 90 M por día que no entrarán al circuito hasta que se coseche la soja. Hay U$S 15.000 M de depósitos en el sistema financiero, con elevadísimos encajes que se computan como activos del Banco Central. ¿Se sumarán estos recursos al drenaje de reservas?

El Gobierno Nacional disfrutó de las mieles del impuesto inflacionario, por lo menos entre diciembre de 2009 y la actualidad. Recuérdese que en noviembre de dicho año estalló el precio de la carne y se produjo una inflación en alimentos del 38% en los siguientes doce meses (¿le pasará al dólar lo mismo?). Desde entonces, la inflación esperada ronda el 1,8% mensual (24% anual). Pero, hete aquí que la devaluación de la moneda local es apenas el 7% y los salarios aumentaron en términos reales, por lo menos en el primer semestre de 2011, mientras la tasa de interés de los ahorristas apenas compensaba la mitad de la inflación esperada, en el mejor de los casos.

Los subsidios

Los subsidios económicos aumentaron de manera impresionante en los últimos años, generando un problema evidente para el Fisco. Se estima que crecerán 48,3% durante el corriente ejercicio fiscal (excluidos los de carácter social). Serán el equivalente a $ 71.200 M, o sea el 3,8% del PIB y el 16,5% del gasto primario del sector público nacional. Se multiplicó por 15 el valor, en sólo seis años, ya que en 2005 representaban el 0,9% del producto, o sea $ 4.700 M. Tenemos a un equipo de Gobierno con puntos de vista disímiles con respecto a cómo resolver los problemas que la propia política gubernamental creó. La inconsistencia macro de los últimos dos años es absolutamente evidente y demanda una urgente corrección la que, sin alineamiento de precios relativos de acuerdo a costos económicos (considerando tarifas sociales), las finanzas públicas terminarán estallando, a menos que se manotee otra caja, adicional a las reservas del Banco Central o los fondos de las AFJP.

Por más que se disfrace la tasa de inflación y se “oculte” la fuga de capitales, el modelo macro es inconsistente en su base. Pero no sólo eso. Se está minando el fundamento del crecimiento económico de la Argentina entre 2002 y la crisis de 2008 (que aquí nos llegó en 2009). Ya no hay un tipo de cambio real alto ni mucho menos, el resultado positivo de la balanza comercial de 2011 se debe estrictamente a los altos precios del complejo sojero y prácticamente hubiera desaparecido si los volúmenes exportados hubieran recibido valores de 2010. El Ejecutivo reconoce para el corriente año, aún en la situación de bonanza sojera, un déficit financiero superior a los $ 11.000 M, aun habiendo tomado reservas del Banco Central (para pagar deuda) y aportes de la ANSeS para gasto corriente, habiéndolos computado como ingresos genuinos del Tesoro.

Pasada la reunión del G-20 y a la vista de un anuncio de arreglo con el Club de París, insistiremos sobre la necesidad de darle a la economía una visión de futuro, al menos para los próximos dos años, para cuando ya se haya visto el final de la crisis de los países desarrollados. La semana pasada hubo una insinuación (leve) de toma de conciencia con respecto a los subsidios. Y también gestos de amistad a sectores empresarios hasta ahora distantes del Gobierno. Todo indicaría (elevemos una plegaria) que no habrá profundización “a lo Feletti”, sino más bien conciencia de la necesidad de agregarle a la confianza política obtenida en las elecciones, la confianza de los que deciden inversiones, proyectos productivos, ingreso de capitales, etcétera. Hasta ahora se ven señales contradictorias.

Salvar esas contradicciones es imperioso, ya que no se entiende demasiado qué se pretende hacer con la economía, justo en medio de una crisis internacional que podría afectarnos tanto por la vía de las exportaciones a  Brasil o como por las ventas del complejo soja, entre otras razones. Una medida sustantiva, adicional al arreglo con el Club de París, para restaurar confianza, sería la reformulación del Presupuesto enviado al Congreso que, como se demostró en una nota anterior, dada la crisis económica mundial, ya perdió vigencia. En la misma revisión deberían producirse los necesarios recortes de subsidios para asegurar el equilibrio fiscal en 2011, sin emplear reservas o utilidades del Banco Central para el pago de la deuda o el gasto corriente y yendo al mercado de capitales para refinanciarlos, siempre que se haga lo que se receta anteriormente. Con confianza, la tasa de devaluación esperada será menor y cierta.

La inflación puede bajarse genuinamente (no sólo por el enfriamiento progresivo que ya se está observando) y los planes estratégicos productivos propuestos por el Gobierno podrán tener inicio de ejecución.

Recetario macro

Habida cuenta que se puede avanzar generando confianza y reduciendo  fuga de capitales, mediante los ajustes ya comentados, postulamos un minirecetario macro para que revisen el Presupuesto de un modo consistente y creíble, que lo revalorice como el más importante instrumento de política económica, atributo que nunca debió haber perdido. Se postulan los siguientes ajustes macro, nada más que a título indicativo:

-Bajar la tasa de inflación de los próximos dos años a 9 y 6,5%, respectivamente.

-Producir una devaluación nominal de 25 y 10% anual, respectivamente, llevando el dólar promedio de 2011 (de aproximadamente $ 4,20) a $ 5,25 y $ 5,80 para cada año.

-Conseguir, de esta manera, un tipo de cambio real 15 y 19% más alto que el actual, en 2012 y 2013.

-Aceptar como viable, en el marco de un shock de confianza, crecimientos de 3,5 y 6% para los próximos dos años.

-Crear Base Monetaria exactamente a la tasa de crecimiento esperada del PIB real más la inflación buscada, vale decir 13 % nominal para cada año.

Un modelo simple de este tipo, ajustaría por tasa de interés y según a) el monto de ingreso neto de divisas que el Banco Central pueda comprar con emisión, para luego esterilizar el excedente de liquidez y b) por el incremento en la demanda de pesos (efecto confianza). El modelo actual de Banco Central es, definitivamente, no apto para lo que se viene. La política monetaria ha multiplicado los desajustes de precios relativos, no ha logrado parar la fuga de capitales y ahora enfrenta le inevitable suba de la tasa de interés, típica de los planteos estanflacionarios, que podrían evitarse con un aumento de la confianza y, ¿por qué no?, con una buena cosecha vendida a precios razonablemente altos.

Los cambios se producen normalmente por dos razones: por convicción o por crisis de lo existente. Tenemos la sensación de que en este caso se producirán por la segunda alternativa.

(De la edición impresa)

últimas noticias

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés