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¿El ajuste es la solución?

Grecia, cada vez más complicada.

14 noviembre de 2011

(Artículo del economista Daniel Glatstein)

El descalabro fiscal de Grecia ha obligado a la eurozona a tomar cartas en el asunto. La receta que le prescribieron al socio “enfermo” contiene un remedio muy conocido en la Argentina: “ajuste”. Sin embargo, ese remedio tiene contraindicaciones. El prospecto dice claramente: “No aplicar en economías en recesión”. De cualquier forma la decisión está tomada y el paciente deberá

someterse al tratamiento indicado. Le guste o no. Lo cure o no. La clave para resolver cualquier

problema empieza por identificarlo.

¿Y cuál es el problema de Grecia? Si uno se detiene en la foto observa una economía con una deuda pública insostenible y un déficit fiscal imposible de financiar. En ese marco la receta parece lógica. Pero, ¿qué hay detrás de esos números? ¿Cuál es la dinámica que llevó a los griegos a este punto? La situación de Grecia remite casi de manera inevitable a la convertibilidad argentina. Más allá de haber algunas diferencias en los dos casos, la Argentina se encontraba en recesión, con déficit fiscal, tipo de cambio real sobrevaluado y sin posibilidad de hacer política monetaria. Así nos fue. Cualquier hombre de a pie, y hasta la mismísima “doña Rosa”, estará de acuerdo en que los precios internos de un país han de estar en línea con su grado de desarrollo.

Así resulta esperable que Tokio sea más caro que Kampala y, por lo tanto, que el tipo de cambio real de equilibrio sea más alto en Uganda que en Japón. En otras palabras, un dólar debería tener mayor poder de compra en Uganda que en Japón. Si llegara a pasar que un dólar compra lo mismo en ambos países, pensaría que hay un desequilibrio severo.

El euro, el problema

Con menor amplitud ocurre esto mismo en Europa. Lo que intento explicar es que en realidad el foco del problema griego está en la insostenibilidad de su tipo de cambio real artificial, o sea, el euro. Grecia es un país mucho menos productivo que Alemania y Francia y, en consecuencia, no puede mantener una relación de cambio igual a aquellos países. ¿Y por qué el tipo de cambio real artificialmente bajo termina en un déficit fiscal? Porque los políticos tienen la necesidad de hacer crecer sus economías, ya que de otra manera sus carreras políticas se van a pique. Y en una economía que carece de moneda propia y tiene un tipo de cambio real sobrevaluado, la única

posibilidad que tiene de expandir su ingreso es a través de estímulos fiscales. Si encima le abren la puerta al financiamiento barato, el resultado no puede ser otro: déficit fiscal y endeudamiento

crónico.

El ajuste en las erogaciones del Estado heleno podrá, eventualmente, y en el mejor de los casos, tener un efecto positivo en términos estrictamente fiscales. Pero, seguramente, será a costa de un enorme sufrimiento para la población, con una economía que difícilmente logre despegar. El agujero fiscal no es la causa de sus problemas, sino una consecuencia lógica y esperable en una economía obligada a competir por encima de sus posibilidades. Las recetas de ayuda, combinadas con ajuste, no atacan el verdadero problema causante de la enfermedad y, por ende solamente, se puede esperar que el paciente extienda la agonía.

(De la edición impresa)

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