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Innovación y educación

Las recetas de Sala-i-Martin.

14 octubre de 2011

Uno de los platos fuertes del 47° Coloquio de IDEA fue la presentación del economista español Xavier Sala-i-Martin, catedrático de la Universidad de Columbia y experto en temas de crecimiento (escribió “Economic Growth”, junto a Robert Barro, un texto ineludible para estudiantes de economía) y de competitividad (es uno de los padres intelectuales de los rankings elaborados por el Foro Económico Mundia sobre este asunto). A modo de introducción, y por pedido de los organizadores, dedicó unos minutos a la situación de Europa. “No existe tal cosa como Europa”, dijo, refiriéndose a las diferencias que existen entre los países del sur y el norte del continente. Una diferencia que el euro (“estuvo mal disenado”) intentó obviar o, al menos, minimizar. Asimismo, criticó la respuesta de las autoridades ante el bajón económico iniciado en 2009. “Se pensó que era una crisis de demanda agregada y no una de demasiada deuda”, explicó. Así se pasó de una crisis financiera a la actual crisis soberana, acotó. “Grecia es insolvente pero España aún no. Lo será si continúan subiendo sus tasas de interés”. Por lo tanto, la clave es lograr separar a los países solventes de los insolventes mediante la recapitalización de sus bancos o, incluso, la emisión de eurobonos. Otra vía de solución ?y de la que poco se habla, dijo- es estimular el crecimiento. “Si España creciera al 7%, nadie se preocuparía por su deuda”, agergó.

El meteorito y la innovación

Luego de la mención obligada a la coyuntura europea, Sala-i-Martin habló de cómo enfrentar “el gran meteorito del tercer milenio”: el ascenso de Asia. Los trabajadores asiáticos trabajan más, cuestan menos y producen más. “Estamos ante un tsunami de 4.000 millones de personas con unas ganas enormes de trabajar, con mucha avidez educativa, con salarios menores que los nuestros y exigencias laborales y medioambientales mucho menores que se están comiendo, literalmente, todos los sectores tradicionales en Occidente”, dijo. “Cuando no se puede hacer algo mejor que los demás, hay que hacer otra cosa. El que no se adapte o reaccione, se extinguirá”, sentenció.

¿La clave? La innovación. La sorpresa, para muchos, fueron los casos de innovación que mencionó. Uno de ellos fue el Cirque du Soleil, creada por el artista callejero Guy Laliberté. ¿Por qué es un caso de innovación? Porque es un nuevo modelo de organización, dijo Sala-i-Martin. Otros ejemplos fueron Starbucks y Nespresso, ambas firmas innovadoras dentro del mercado de café y creadas en regiones no tradicionalmente productoras de café (la ciudad de Seattle y Suiza, respectivamente). Por último, el economista mencionó a la empresa textil Zara y a la popular firma de venta de muebles sueca Ikea. “Han ideado nuevas formas de vender”, manifestó. “La innovación existe en todos los países y en todos los sectores. Dejemos de lado la idea de que innovación es sinónimo de Nokia, Samsung o Silicon Valley”, resumió.

Educación Siglo XXI

¿Y cómo nacen estas ideas innovadoras? Para responder esa pregunta, Sala-i-Martin citó el libro de su colega Amar Bhidé: “Origen y evolución de los negocios”. En ese libro, Bhidé analiza cómo surgen las ideas que luego desembocan en avances tecnológicos o éxitos comerciales. En su trabajo, Bhidé demuestra que 71% de las ideas innovadoras provienen de los propios trabajadores de las empresas (y 21% de la mera casualidad). Por ello, la clave de los dirigentes empresarios, políticos y sociales es crear un entorno para que los trabajadores, los estudiantes y la sociedad toda desarrolle ideas y, asimismo, cuente con facilidad para llevarlas adelante. Lo curioso es que sólo el 8% de las ideas innovadoras son producto del I+D. “Poco importa si un país dedica 1 o 3 puntos de su PIB al I+D”, dijo. A la hora de crear un entorno que estimule la innovación, hay varios factores a tener en cuenta, desde el acceso al financiamiento hasta el contexto macroeconómico pasando para la infraestructura: los ítems que constituyen los índices típicos de competitividad. Sin embargo, Sala-i-Martin destacó una por sobre el resto: la educación. Aquí China, como símbolo máximo del ascenso asiático, sacó una ventaja: los niños van a la escuela casi 60 horas por semana, destacó el español. En Occidente, no superan las 30 horas. Agregó que esto explica porque cada vez más innovaciones, como las televisiones de LED, vienen de Asia. A nivel más abstracto planteó que “la filosofía del sistema educativo, en la que el profesor dicta la verdad y los niños simplemente la aprenden y la reproducen, es del Siglo XVII. No sirve hoy en día. El sistema no cambia y el mundo lo hace constantemente”.

Luego de la charla, dialogó en exclusiva con El Economista.

En su ponencia, expresó que uno de los problemas de la sociedad española previo a la crisis fue la complacencia y que eso mismo podría estar pasando hoy en los países emergentes. ¿Por qué?

Cuando yo analizo la salud de un país, hago siempre la misma pregunta: ¿Qué pasa si desaparece el motor actual de crecimiento? España, antes de la crisis, vivía de la construcción. El 19% de su crecimiento provenía de ese sector, mientras en EE.UU. era de 4%, que es más normal. España se creyó que era un motor que podía durar para siempre y no se hicieron la pregunta sobre qué sector retomaría la posta cuando se acabará el boom inmobiliario. Hubo complacencia y no se hicieron las reformas. Hoy la Argentina está creciendo y la pregunta que deben hacerse es qué pasa si desaparece el motor, que es la soja. ¿Están seguros de que no habrá otros países que comiencen a producir soja de manera más eficiente o de que caiga su cotización?

En cierto sentido, para la Argentina las economías asiáticas son complementarias. Pero también es cierto que son competitivos en el sentido de que ambos quieren producir cada vez más productos elaborados y con valor agregado. ¿Cómo se compite con Asia?

Hacer cosas distintas porque, sencillamente, no podemos competir. Por más que recortemos salarios, costos y seamos más eficientes no podemos producir el mismo bien a esos costos. Esto va desde una Blackberry a una helice para un barco o una televisión. Si uno intenta competir de la manera tradicional, es decir, bajando costos, sería una equivocación. Al menos, claro, que los argentinos quieran cobrar los mismos salarios que los chinos y que sean pobres. Cuando no puedes hacer las cosas más baratas que los demás, ni siquiera mejor, porque los productos chinos son cada vez mejores, hay que hacer cosas distintas. La manera de reaccionar no es prohibir importaciones sino dotar a los argentinos para mejores bienes.

(De la edición impresa)

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