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¿Habrá cambios en la economía?

El Gobierno después del 10 de diciembre.

20 septiembre de 2011

Tras las elecciones primarias, se disipó la incertidumbre sobre quién gobernará el país a partir del 10 de diciembre. Pero ni la lógica ni la voluntad de los propios dirigentes son los únicos ingredientes para pensar en lo que vendrá. Por ejemplo, el conflicto con el campo y la crisis internacional, dos eventos que moldearon de manera definitoria la presidencia de Cristina Fernández, fueron hechos sorpresivos que aparecieron en el mapa a pocos meses de su asunción y alteraron la hoja de ruta.

Cualquier proyección sobre el futuro gobierno debe incorporar, por ende, no sólo su voluntad, su estilo y su orientación sino, también, el escenario global en el que estará imbuido. En los últimos meses, la recuperación global iniciada en 2009 ha sufrido duros embates. Las economías desarrolladas representan entre el 40 y el 50% del PIB global, según el indicador que se utilice,

atraviesan dolorosos procesos de ajustes que resentirán su capacidad de crecimiento por los próximos años. No debe descartarse una nueva recesión global ni un aumento aún mayor del pánico financiero.

Pero, a diferencia de otras épocas, esto no implica que el mundo entero seguirá su misma suerte. Los países emergentes continuarán creciendo. En términos concretos, los dos canales típicos a través de los cuales interactúa un país con el mundo son el financiero y el comercial. En el caso argentino, el canal financiero está desactivado. El comercial, empero, sí tiene un efecto sobre la

economía argentina. Este año, el país exportará más de U$S 80.000 millones, una cifra que demuestra la gran contribución de las exportaciones al PIB nacional.

Los dos países a los cuales la Argentina más le exporta son Brasil y China, en ese orden. Una desaceleración de esas economías podría afectar los flujos comerciales. La política cambiaria de Brasil es un tema que las autoridades locales deberán seguir muy de cerca pero la economía global seguirá siendo, en lo esencial, aliada de la Argentina.

Hace un par de años, los economistas ortodoxos, y los no tanto, expresan que el modelo está haciendo agua por varios frentes, señalan la necesidad de hacerle un “service”  y advierten sobre el desgaste de los “pilares”. La situación fiscal y externa es menos holgada que hace unos años, la inflación es más alta, el tipo de cambio perdió competitividad, la capacidad para crear empleo y acumular reservas es menor (este año las arcas del Banco Central no crecerán por primera vez

desde 2003) y el atraso en los precios relativos de la energía y el transporte, (que requieren de crecientes subsidios) es cada vez más notoria.

¿Cómo sigue el modelo? Desde el oficialismo no hay grandes incentivos políticos para cambiar, aunque la necesidad de tener una economía andando a todo vapor, dado que no será un año electoral, es sustancialmente menor. Algunos hablan de “profundizar el modelo”, sin aclarar a qué se refieren; otros dicen estar conscientes “de que aún faltan muchos cosas para resolver”, pero tampoco aclaran qué instrumentos usarán para encarar esas materias pendientes.

Hernán del Villar, economista jefe de Estudio Alpha sostiene que “la esencia del modelo continuará: impulso al consumo interno, gasto público elevado, creciente intervención del Estado e incentivos a la inversión”. Pero advierte sobre dos cuestiones: el aumento de la salida de capitales y del desequilibrio entre la oferta y demanda energética. Según Del Villar : “El Gobierno entiende el impacto negativo de la inflación aunque no ha sido un foco prioritario de su gestión. Deberíamos esperar un intento de bajar la tasa de inflación en 2012 sin una política ortodoxa agresiva y en el marco de una estrategia gradualista. El eje de la política debería ser un acuerdo salarial no superior al 20% para el año próximo con un mayor acompañamiento de las políticas fiscal y monetaria. Permitiría hacer frente a la inflación por expectativas e inercial”.

Asimismo, “deberíamos esperar un aumento relevante en las tarifas públicas preservando al segmento de bajos ingresos, acceso gradual a los mercados de deuda, mayor financiamiento de la inversión a tasas subsidiadas, mayor ritmo devaluatorio y tasas de interés más elevadas”.

(De la edición impresa)

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